Dudo qué explicitar primero: ¿el histrión, al barón del caucho o el pueblo costero? Respeto el orden.
Bravo Lutz es uno de los actores y directores de trayectoria más connotada de la dramaturgia nacional. Formado en la Escuela de Teatro y en la Facultad de Música de la Universidad de Chile, más de cuatro décadas recreando personajes, brindado conciertos en piano, acumula todos los galardones que entregan los autodenominados eruditos: incluso el de la APES por su Diario de un loco de Gogol. Un creador soberbio al servicio de la cultura.
Mucho más intrépida es la historia de Carlos Fermín Fitzcarrald López, el comerciante y explorador que a fines del decimonónico, avasallando aborígenes, decidió explotar los bosques de caucho en la selva peruana hasta convertirse en temido multimillonario, mereciendo el apodo de barón del caucho.
¿Colliguay? Es un sector de dos mil personas, ubicado en la cordillera de la costa, cercano a Quilpué y Villa Alemana, que debe su nombre a un arbusto cuyas semillas contienen sustancias tóxicas con las cuales, según la tradición oral, los indios preparaban un veneno que usaban en sus flechas.
¿Qué relación tiene con los personajes señalados esta localidad que en 1787 contaba con 308 habitantes? Muy simple: a ambos en siglos diferentes los afiebró el sueño de construir un teatro en un lugar inexplorado e inaccesible.
Cada cual con su pesadilla puso los esfuerzos al servicio de su pasión artística: la ópera y el teatro. El tamaño de la obsesión del explorador con origen irlandés por construir su sala en medio de la indomable Amazonía fue tan gigantesco que, en 1982, inspiró al director Werner Herzog a transformarla en película. En condiciones de producción deplorable por el calor, mosquitos, enfermedades, filmó las penurias del barco sucumbiendo en el caudaloso río y apenas logró contener a Klaus Kinski y Claudia Cardinale para finalizar el rodaje. Hazaña cinematográfica que lo hizo ganar el Festival de Cannes.
Rememorando que Colliguay fue famoso en los años ‘50 por el complot protagonizado por los dirigentes gremiales Edgardo Mass y Domiciano Soto para hacer tambalear el gobierno de González Videla; que en los iniciales días del Golpe militar en 1973 en campos del fundo Lliu Lliu funcionó el centro de tortura denominado indistintamente Isla Riesco, Melinka u Operación X, operado por las secciones de Inteligencia de la Armada; y que un lustro atrás sus parajes fueron ocupados por los desquiciados miembros de la secta Antares de la Luz que sacrificaron un recién nacido.
Gracias a las destrezas del conductor del vehículo que me transporta, subo los angostos senderos que conducen al pueblo que alguna vez fue atracción de mineros buscadores de oro en aguas de las afluentes del rio Marga Marga.
Una valiosa experiencia personal es la que me concede comparar la odisea de Fitzcarrald López con la grandeza de la hazaña de Bravo Lutz al construir su escenario en Colliguay, sitio en que vive desde hace ocho años con su esposa y actriz Carolina Spencer, más su talentoso hijito Antu. Invitado por el actor, asisto a conocer su montaje para mi comedia musical La Carlina, heroína nacional, convertida en Crónicas de la Puta Madre.
Por la ventanilla de la camioneta manejada por Sandro Larenas, (voz de Garfield en comic) observo con temor los bordes de cerros que vamos superando. Son treinta kilómetros de curvas, una tras otra, que prohíben cualquier error. Precipitarse sería fatal. Muy lento es el avance. El tema que intranquiliza mi mente es, ¿cómo pudo Bravo subir por estas peligrosas trochas con los elementos necesarios para levantar un escenario capaz de resistir montajes profesionales? Pienso, sufro, valoro.
Finalmente alcanzamos la meta artística: Ahí, majestuoso, con estructuras metálicas perfectas, parrilla de iluminación completa, telones de proyección, mesas de sonido, se yergue la proeza teatral de Miguel y Carola. Con razón los lugareños, en forma cariñosa, lo bautizaron el Fitzcarraldo de Colliguay.