Te estoy viendo con la emoción con que recibiste el último homenaje que se te hizo en vida.
Fue en el Teatro Caupolicán, para la fiesta anual de “Cada Día Mejor”. Recinto repleto que te aplaudió de pie.
Agradeciste emocionado y me dijiste que lo que habías vivido, no lo habrías imaginado jamás, que ese aplauso cerrado sería inolvidable y que me agradecías los momentos que habías pasado.
Insistentemente te dije que no tenías nada que agradecer, que te merecías eso y mucho más. Un abrazo y nos despedimos. No te volví a ver y no te veré nunca más.
Sin embargo, me queda tu recuerdo y tu generosidad. No olvidaré cuándo ayudaste a mi hijo desinteresadamente, grabando la voz, para un reportaje que le habían solicitado en la universidad.
Cuando me visitaste para un cumpleaños o cuando comimos en mi casa con colegas de la televisión. Todo en pasado, un verbo que la vida nos enseña a conjugar.
Echaremos de menos tus chistes, tu risa espontánea y tu alegría de vivir.
Te echaremos de menos querido amigo.
Que Dios te reciba en su santo reino. Te lo mereces de sobra.