Un hito en el Festival de Viña.
Cuando todos esperábamos que con la presencia y posterior retirada de Peso Pluma, la versión 2024 del Festival de Viña del Mar se transformara en el repetido circo musical, de un inesperado naipe artístico surgió la carta real de Andrea Bocelli, convirtiendo el temido feísmo en gloriosa belleza.
¡Adiós aguas turbulentas delictuales! ¡Que viva la paz esperanzadora! El gran tenor italiano con un par de trinos y fiorituras dominó al monstruo e hizo olvidar crímenes y metralletas.
¡Paradoja pura! Siendo no vidente hizo ver a los organizadores del Festival que existía un camino redentor; que su complaciente, anquilosado, maltrecho y gastado esquema programático podía cambiar. La tarea que parecía imposible: innovar frente a la concurrencia adolescente, que es mayoría en el hemiciclo viñamarino, podía concretarse. Gustosos los jóvenes aceptaron el desafío: se sensibilizaron, guardaron silencio, admiraron y aplaudieron aires líricos, letras épicas, acordes románticos obsequiados por el genial intérprete.
Está dicho y escrito: velada para la historia. Bocelli trasladó un concierto digno del teatro Municipal a la Quinta Vergara.
Su espectáculo fue soberbio. Grandioso. Deslumbrante. Tantos adjetivos y exclamaciones se pueden leer de variadas formas pero me detendré en su profesionalismo superlativo Antes de venir, ya Andrea había declarado a los medios En Viña los voy a sorprender. Amenaza que no era palabrería. Con su equipo de producción debe haberse compenetrado de toda la historia festivalera: público, evolución, calidad orquestal, dimensiones escenográficas, posibilidades técnicas, desarrollo televisivo, y quizá, lo más importante, ¡gustos y hábitos musicales de los chilenos!
Es la única manera de comprender su entrega temática e interpretativa magistral, plena de matices nostálgicos, expresiones operáticas y palpitaciones colectivas. En su Roma nos había tomado el peso musical. Jamás visto. En 1974, nuestro Ramón Vinay apenas mostró un par de piezas del bel canto y otro tanto hizo Plácido Domingo veinte años después. Bocelli, fruto de su investigación, sabía perfectamente que Nessun dorma (Puccini) silenciaría a la concurrencia y que enseguida la haría desahogar con Granada de Agustín Lara; igualmente tenía muy claro que La donna é mobile (Verdi) sería tan coreada como el Bésame Mucho de Consuelo Velázquez. Repertorio magnifico dejando espacio al lucimiento de la soprano Larisa Martínez, puertorriqueña, para luego compartir escenario con la norteamericana Pía Toscano, interpretando, esta vez, su famoso “Vivo por ella”. Recital excelso, Respaldo criollo de orquesta y coro en todo esplendor: ágil, hasta con pareja de bailarines coreografiando pasaje de Amor sin barreras de Leonard Bernstein. Despliegue vibrante de la violinista Caroline Campbell y, por cierto, cual regalo para las féminas, canciones y baile con asistentes de su hijo Matteo.
Acierto aparte fue la interpretación del conocido Funiculi Funicula, compuesto en su tierra en 1880 por Luigi Denza y letra de Giuseppe Turco. Apenas sonó conquistó a los hinchas de la U que de inmediato recordaron que, en los clásicos universitarios, a voz tronante se transformaba en La U, la U siempre ganará/ Junto a ella su barra estará/ Vamos a jugar/ vamos a golear/ porque el chuncho espera que esta tarde vencerá (…)
Por su concierto cercano a los noventa minutos, le entregaron Gaviota de Plata y de Oro, sin hacer caso a las quince mil personas y la tele-platea territorial que demandaba le dieran una de Platino. Era lo que correspondía por la perfección de su actuación y demostrar que al programar Viña del Mar es posible alejarse de las concesiones populacheras El corolario sería que en la versión 2025 volviera a estar presente y entonces le otorgaran su merecida Gaviota de Platino.