Esa es la pregunta del millón. En mis tiempos de Universidad había mucha política y una pelea despiadada entre Capitalismo y Socialismo, hasta que la Democracia Cristiana ofreció una alternativa centrista y ahí la cosa se dividió en tres.
Había palabras para identificar a la sociedad que desaparecieron mágicamente. Los burgueses y los proletarios. Los obreros y el pueblo no aparecen en el lenguaje político de hoy. Antes había tres posiciones: Derecha, Centro e Izquierda. Hoy existen cerca de 20 partidos y movimientos que cuesta mucho poner de acuerdo. La consecuencia política no tiene mayor importancia y la mayoría de los que llegan al Parlamento, sólo trabajan para su reelección y legislan preocupados de lo que digan las encuestas y las redes sociales.
La solidaridad verdadera y el apoyo a los demás, se ausentaron de nuestra existencia, dando paso al individualismo y al egoísmo desenfrenado. El dinero es fundamental en el mundo actual y todos lo quieren obtener, desde la ultra derecha a la ultra izquierda. Ejemplos hay muchos y en este afán desmedido por enriquecerse, llega la corrupción y aparecen con ella, personas o sociedades que nos sorprenden por sus maniobras corruptas.
Los fanatismos se mantienen, aunque se maquillan y se falsean. Los odios siguen existiendo, pese a que se disfrazan con la libertad de expresión, y los pocos acuerdos son con muchas diferencias y a regañadientes, dando la impresión que nadie queda muy satisfecho.
En fin, ¿para qué seguir? Una sociedad que no logra ponerse de acuerdo en lo básico para levantar el país, es una sociedad que no sirve para mucho y cuyos costos los pagan los trabajadores de ese territorio.
¿Cómo cambiar todo, sin que cambiemos nosotros mismos? Una pregunta que todavía no somos capaces de contestar.
