Las ramadas y las fondas vuelven y hacen revivir nuestros más íntimos sentimientos patrióticos. La cueca la miramos y la admiramos, mientras el gallo conquista a la gallina con gallardía y arrojo, Ella le coquetea con su mejor sonrisa y los ojos le brillan. La chicha y los terremotos se apresuran y el brindis no se demora.
Atrás quedó la pandemia y los momentos difíciles. Las discusiones donde todos son dueños de la verdad absoluta y la agresividad que nos está dominando en los días que vivimos
“Vuelta“, gritan los cantores populares y el huaso le zapatea a la chinita, con maestría y algo de ingenuidad. Es la cueca, nuestro baile que nos inyecta chilenidad de manera mágica e instantánea. La misma que no tenemos para enfrentar los problemas de nuestro país.
Pasará la celebración y tendremos que volver a ver que las pensiones siguen estancadas, la educación no encuentra las soluciones a sus demandas, las filas en la salud provocan a quienes la requieren. No hay acuerdos en la Constitución y la seguridad ciudadana es superada por la delincuencia. ¿Para qué seguir? Mejor bailemos otra cueca y nos olvidamos de todo, aunque sólo sea por estos días. Luego tendremos que volver a la realidad aunque no nos guste, porque la fiesta y la alegría dieciochera serán sólo un recuerdo.