No hay caso. Vivimos unos tiempos difíciles en que todo se complica, nada es fácil y pareciera que los hechos, las situaciones y las cosas que enfrentamos tienen siempre otra mirada y una segunda lectura, lo que provoca demoras, desacuerdos y esperas, algunas interminables.
Para lograr una nueva Constitución, es necesario que los políticos se pongan de acuerdo, lo que no es fácil ni rápido. Lograr una seguridad, con la delincuencia que crece día a día, es complejo y lleno de compromisos posteriores. Las estafas presenciales y por Internet se multiplican. No es fácil conseguir que se reanuden de manera normal, las clases y la actividad estudiantil. La muerte de Tomasito, que estremeció al país, continúa en el misterio. Es difícil que la justicia sea más veloz, porque le ofrece muchas garantías al victimario y sus resoluciones se demoran.
Se pide unánimemente en el norte aplicar la Zona de Emergencia y no se otorga, permitiendo una migración irregular. Las pensiones siguen sin una reforma definitiva, después de 15 años, igual que los problemas de la salud pública, que en varias oportunidades socorre a las personas cuando ya han fallecido. La inflación económica, con sueldos que no alcanzan. Y así sucesivamente, todo lo complicamos y lo alargamos innecesariamente.
¿Es tan difícil lograr soluciones rápidas y efectivas en paz y buscando lo mejor y más eficaz para todos y no para unos pocos? Al parecer es muy difícil, por no decir imposible. Todos lo queremos, pero nunca lo logramos.
¿Será culpa del chancho o de los que le damos el afrecho? La pregunta está sin respuesta.