Los tiempos modernos nos han otorgado muchas cosas que no esperábamos, sobre todo en los avances de la tecnología… pero nos ha quitado otras, que tienen que ver más con las sensibilidades del ser humano.
Por un lado, nos hemos llenado de odiosidades, de violencia, de agresividades innecesarias y de verdades absolutas. Lo que nosotros pensamos es lo que vale y los que tienen una idea diferente, están equivocados. La seguridad pareciera no existir, tampoco los acuerdos. No respetamos la autoridad, como antes. Estamos invadidos por extranjeros, que tienen otra idiosincrasia y otra forma de enfrentar la vida.
Nuestra mirada del presente es totalmente materialista, ya que el dinero lo es todo y hay que conseguirlo a como dé lugar. No importa si para ello, pasamos a integrar la larga lista de corruptos. La televisión, entre otros medios, nos ha llevado a descubrir la frivolidad en toda su dimensión. El fútbol se farandulizó.
Vivimos encerrados en nuestras casas, mientras la droga se ha tomado los lugares públicos y la diversión sana. Hay tantas cosas que nos suceden y que nunca hubiéramos imaginado, hemos perdido la capacidad de asombrarnos y de sorprendernos. Los estudiantes viven protestando y los encapuchados pasan constantemente destruyendo todo lo que encuentra a su paso y nosotros no sabemos contra que reclaman.
Los mayores no entendemos lo qué pasó. ¿Quién nos cambió el mundo y por qué? ¿Dónde quedaron los ideales, los principios, la lealtad y los valores que nos rigieron por tanto tiempo? Y lo que es peor, ¿dónde se perdió “el derecho a soñar”, con un mundo mejor, más amistoso, más alegre y más próspero?
Ese derecho lo perdimos…y va a ser muy difícil encontrarlo porque lo hicieron desaparecer el odio, la envidia, el rencor y la ambición desmedida. Desgraciadamente esas son enfermedades terminales que no tienen cura. Y la razón es muy simple, son males que afectan y dañan el alma y el corazón.
