Justo en estos días en que la red territorial cumplirá un año más de vida, de nuevo salta a los medios por sus problemas económicos deficitarios y su poca aceptación programática. Primer semestre acumulando pérdidas por $2.392 millones, cuarto lugar en el ranking con 3,9 de puntos en el rating, lejos de los 7.5 de Mega.
Fue un 24 de octubre de 1970 cuando el presidente Eduardo Frei Montalva estaba a días de traspasar La Moneda a Salvador Allende, que firmó el decreto promulgando la Ley 17.377 que garantizaba que las universidades y el Estado tendrían el control exclusivo de la televisión en Chile. Consecuentemente, se crean las corporaciones universitarias, el CNTV y se consagra a TVN como una entidad de derecho público.
Años de idealismo contagioso: fin de la soñada Patria Joven y comienzo de la quimérica Unidad Popular. Cielos audiovisuales despejados para los democratacristianos que dejaban el poder, criticando a los canales universitarios porque habían caído en una suerte de híbrida agenda comercial y ofreciéndose como paladines de futuros espacios educativos. En frase de Bartolomé Dezerega, uno de sus líderes:
“En caso de que las universidades deseen cooperar con el gobierno, creemos posible transmitir los programas producidos por ellas a través de la red territorial”.
Ambiciosas intenciones formativas que los llevaron a declarar querer transformarse en Centro de Televisión Educativa para Latinoamérica. Al cabo de medio siglo, nada de tan edénico paisaje se pintó. La red, sin entrar a analizar el oscurantismo degradante vivido durante la dictadura, cualquiera hayan sido los integrantes políticos de sus directorios y Director nombrado por el mandamás de turno, olvidando sus objetivos de señal pública, para subsistir orientó siempre sus formatos a ofertas similares a las de la TV comercial, oficializada por Augusto Pinochet al abandonar el palacio presidencial, con la autorización a Mega y La Red.
Confieso que este año conmemorativo del Cincuentenario del Golpe Militar, pleno gobierno de Gabriel Boric, al informarme de la programación de TVN, esta vez sí diferente de la competencia, por estar de acuerdo con su misión pública de hacer historia, refrescar memoria, ella encontraría aceptación en la teleaudiencia.
Con lógico interés seguí sus documentales y filmes. Hubo despliegue de acertada producción. Grande fue mi sorpresa al enterarme que nada de ello sirvió para atraer a la masa televisiva: Septiembre fue un mes de baja sintonía comparativa. Buscando justificación a un descalabro que indudablemente involucra razones ideológicas y de electorado, sus dirigentes hasta han argumentado que la mantención de su señal NTV, dedicada a cultura, familia y los jóvenes, sería uno de los factores de sus pérdidas.
En cuanto a la crítica central de sus decisiones programáticas, el Directorio, luego de leer los recientes juicios de su renunciado ejecutivo Roberto Cisternas: (…) “A lo largo de mi gestión he presentado numerosas propuestas e ideas que no han sido consideradas He tenido que gestionar decisiones con las cuales ni yo ni mi equipo estábamos de acuerdo (…) –frente al adverso panorama, ha adelantado que tomarán todas las medidas necesarias para alcanzar una rentabilidad social “sin ser una carga económica para el Estado”.
¿Será posible? Y aquí viene lo curioso: entre las medidas a asumir se habla de externalizar el trabajo llamando a productoras independientes. ¿Acaso no fue eso lo que se hizo en 1969 y 70 con Paparazzi Producciones de Eduardo Ravani y Fernando Alarcón al crearse TVN?