Por Alfredo Lamadrid
En una noche fría de Buenos Aires nos acompañaba este tango: “Cambalache”, y nunca pensamos en aquellos años, que está ficción musical de Enrique Santos Discepolo iba a ser tan premonitoria.
Que con el correr del tiempo se iban a trastocar los valores,
Que los principios se confundirían,
Que la ética y la moral iban a tropezar con la mirada distinta de otras generaciones Y que todo se cambiaría, para bien o para mal.
Hoy las cosas son diferentes. El romanticismo se quedó enredado en los intereses personales y en lo práctico y resultadista. La corrupción gana adeptos a cada instante, mientras la droga se impone en los más débiles y crea sus propios carteles que imponen la delincuencia y el terror en los diversos barrios del territorio.
La migración descontrolada no se detiene y trae a nuestro país, desgraciadamente, a delincuentes que hacen de las suyas, superando a las policías y poniendo en duda su autoridad.
El centro de Santiago está inundado de comercio ambulante que posterga al establecido. Muchos lugares desaparecen, al permanecer en ellos carpas con precarias condiciones de higiene. A gran cantidad de personas que transitan, les han robado el celular o los asaltan, o les hacen un portonazo.
Los precios de los alimentos suben diariamente y los sueldos ya no alcanzan, pese a esto la inflación sigue en alza. La pandemia mundial va y viene, aunque Putin no lo entiende y sigue con una guerra que perjudica a Ucrania y al mundo entero. Las organizaciones internacionales demuestran, con su actuar, que no son resolutivas y las personas reemplazan la sonrisa por un rictus de amargura e impotencia.
“Dale no más, dale que va… que allá en el horno, nos vamos a encontrar”, seguía cantando el bohemio compositor argentino, mientras nosotros nos reíamos y caminábamos aceleradamente en esa fría noche bonaerense y pensando que Discepolo debía haber estado borracho, cuando escribió ese tango.
¡Qué equivocados estábamos!. Era la pura y santa verdad.