Así uno escucha y ve por televisión a parientes directos de personas que han perdido su vida (muchos de ellos niños), en esta crisis de seguridad que estamos viviendo.
¿Existe la justicia verdaderamente? ¿Se aplica con la severidad y la rapidez que se necesita? ¿Es cierto que esta es distinta para las personas pudientes que para los ciudadanos de a pie?
Hay tantas preguntas más, que nos podemos hacer y cuyas respuestas no son concluyentes ni definitivas. Sabemos que la situación es difícil, pero nada de eso puede evitar que nos sintamos conmocionados con el grito desgarrador de los perjudicados que piden JUSTICIA y claman por ella.
¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué todo ha cambiado tanto y la vida no se respeta como antes? ¿De donde nos llegó esta desconfianza, en que pareciera que no creemos en nadie ni en nada?
Pareciera que ya no respetamos las Instituciones que antes venerábamos.
Da la impresión que la ciudadanía estuviera desorientada y dudosa de todo lo que acontece y descalifica, lo que ayer aceptaba. Las contradicciones nos complican y un día afirmamos algo que al siguiente negamos. Por ello y por mucho más, es que sólo nos quedamos con ese grito que nos estremece: JUSTICIA… JUSTICIA, por favor.
Desgraciadamente no tenemos respuesta.