Terminaba la II Guerra Mundial y comenzaban décadas de la llamada Guerra Fría en 1947. Fue el momento el que entonces presidente de Estados Unidos Harry Truman, ratificó la Ley de Seguridad Nacional, que abrió la puerta a la creación de la Agencia Nacional de Inteligencia (CIA para su sigla en inglés). Esa es la base del que se convertiría en el mayor y más poderoso servicio de inteligencia del mundo.
La propia agencia presume de «conseguir lo que otros no lograron y llegar adonde otros no pueden ir», y tiene como núcleo de su misión recabar información que permita a los sucesivos presidentes de EE.UU. mantener a salvo el país.
«Tiene el inusual problema de ser un servicio secreto de inteligencia en una sociedad democrática abierta», dijo a la Agencia Efe el experto estadounidense Tim Weiner, quien agrega
que para conocer al enemigo es necesario tanto hablar con él como espiarlo, y en su relato apunta que así como los triunfos de la agencia «han ahorrado sangre y riqueza, sus errores han derrochado ambas cosas«.
La CIA es un aparato burocrático gigantesco de entre 20.000 y 25.000 personas y solo unas pocas miles llevan a cabo operaciones en territorios extranjeros. El avance de las nuevas tecnologías ha facilitado su trabajo, pero también la ha puesto en el blanco de sus propios enemigos.
La CIA puede mostrar “éxitos” como el dispositivo que dio caza al mítico guerrillero Ernesto “Che” Guevara en Bolivia en 1967.
Pero no anticipólos ataques de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y erró en sus conclusiones sobre las armas masivas en Irak, que avalaron una guerra.
Tampoco se libró de la polémica por el programa de interrogatorios instaurado por la Administración de George W. Bush, en el que se usaron técnicas de ahogamiento simulado, humillaciones, privación de sueño y golpes en la base de Guantánamo, en Cuba.
Los informes sobre las intenciones del presidente ruso Vladimir Putin, antes que el 24 de febrero lanzara su invasión sobre Ucrania, han contribuido a mejor la imagen una agencia cuya prioridad, según expertos, se ha alejado del terrorismo para enfocarse en Rusia y China. La desclasificación de datos sobre la estrategia rusa acercó además al público una labor que, sin embargo, se mantiene voluntariamente opaca y alimenta con ello el imaginario colectivo.