Cuando un cantante no está en condiciones de interpretar los temas musicales que lo han hecho famoso, por problemas bronquiales que le producen disfonía, debe sencillamente tener que suspender el show. En caso contrario, está estafando al público que pagó entradas de alto valor… por nada.
Se va a decir que tiene fechas tomadas en otros territorios, con entradas agotadas y uno pregunta… ¿y qué culpa tienen los fans chilenos de todo esto?
El cantante actúa igual, se vale del público para que canten los asistentes coros interminables que a nadie le interesan. Además, el artista cobra igual, pese a haber engañado a los asistentes al espectáculo.
¿Quién califica y fiscaliza lo señalado? ¿O en temas como estos se impone la impunidad, que tanto daño nos ha hecho? Es posible que después de lo sucedido, ¿no pase nada?
Así es, como en muchas cosas que ocurren en Chile, no pasa nada. Absolutamente nada. En casos como el descrito, el público es estafado por el artista y ni siquiera reclama esta infracción, totalmente comprobable y también reprochable.
Al presentarse Luis Miguel en precarias condiciones de salud, que dañaron su voz y su presentación, haciendo la, a ratos, insoportable y que da pena, se está cometiendo un delito al que no estamos acostumbrados. Por lo mismo ha estafado a los espectadores, pero nadie lo ha fiscalizado y menos sancionado.
De repente, cuesta mucho entender a nuestro querido país.