Al advertir la ciudadanía la violencia con que actúa la delincuencia en nuestro país, ha vuelto a hablarse de la pena de muerte, derogada en nuestro territorio por un tratado internacional. Ahora, cuando se tomó esta medida el escenario era otro y ni siquiera imaginábamos como iba a cambiar.
En la actualidad la situación es incontrolable y la delincuencia se impone, sorprendiéndonos con muertes de inocentes que muchas veces provocan la impotencia y el repudio ciudadano. Para que hablar de los ajustes de cuentas del narcotráfico o de las bandas organizadas que asaltan casas, personas, negocios y roban el auto a sus dueños.
No se crea que con estos argumentos estamos justificando la pena de muerte. No, siempre hemos sido de partidarios de ella porque definitivamente hay personas que no son capaces de convivir socialmente con los otros habitantes y no tienen ninguna posibilidad de lograrlo.
Existe una película titulada “Prontuario”, que narra la historia de un delincuente de apellido Cerón Pardo, que fue detenido después de provocar un asesinato. La autoridad creyó haberlo recuperado, incluso se le sometió a una operación a un nódulo cerebral para lograr el objetivo y se le otorgó salida dominical. La segunda vez que usó este beneficio, asesino a un jardinero de una plaza pública.
Hay muchos otros casos, como el del niño Zamorano Jones en su casa de Lo Curro o el de la niña Echazarreta en el Estadio Español.
Se trata que, en definitiva, en casos muy especiales, el malvado pague con su vida la que le arrebató a un inocente. Las cosas por su nombre.