En tiempos de violencia y agresividad, como los que hoy enfrentamos, hay muchos ciudadanos que echan de menos la pena de muerte. La verdad es que la sociedad, para todos tiene sus límites y quién los sobrepasa debe arriesgarse a las más extremas sanciones. Sabemos que el presidio perpetuo, nunca es para siempre. Hay recursos que se utilizan para evadirla (buena conducta, cooperación carcelaria, rehabilitación personal y otras), que los abogados son expertos en ubicar medidas alternativas, años después.
Pocos recuerdan el caso del asesino Cerón Pardo, que narra la película “PRONTUARIO”. El delincuente fue operado cerebralmente para su rehabilitación total. Después, se le otorgaron salidas alternativas los domingos. A la tercera vez, asesino a un jardinero de plaza. Sin palabras quedó este hecho delictual.
El caso de Cupertino Andaur, que asesinó en su propia casa de Lo Curro, al niño Zamorano Jones es otro. Nunca se rehabilitó y fue un ser agresivo, que reclamaba contra todo, hasta su muerte. Tampoco hay palabras para este caso.
Y así, suma y sigue. Son muchas las razones para justificar la pena máxima. Hay gente que sencillamente no está preparada para desenvolverse en la sociedad que vivimos y comete atrocidades inexplicables, que es imposible perdonar.
Hay causas que impiden la rehabilitación, por muchas razones. No olvidemos que la cárcel es la Escuela del Delito. Los encarcelados llegan a cumplir su pena, pensando en cómo escapar de sanciones que acumulan los años más importantes de sus vidas. En situaciones extremas, la pena capital es necesaria, para recriminar a quienes no entienden lo que es vivir en sociedad.
No olvidemos que ls clase política se acomoda a las circunstancias y de no eliminar la pena máxima, habría que tenido que enfrentar a muchos uniformados a esta situación. Esa es mi opinión…y yo respeto la suya. Nadie es dueño de la verdad absoluta.
