Continuamente la gente me pregunta: ¿Cuál televisión es mejor, la de antes o la de ahora? La respuesta no es fácil, porque se pretende comparar tiempos, inquietudes, necesidades y situaciones diferentes.
El mundo ha cambiado demasiado últimamente y sus preferencias también. A los medios se les exigen cosas que anteriormente no se demandaban. Yo, casi sin querer, he transitado por ambas y reconozco que las dos tienen virtudes y defectos, como toda realización humana. Ahora bien, creo que por ganar en naturalidad y espontaneidad, la actual le ha hecho perder la magia que poseía la de antes y que nos transportaba al gran espectáculo con una facilidad que nos impresionaba. Todo era cuidado, el vestuario, el maquillaje, la iluminación, el desplazamiento de cámaras, la fotografía y la factura final. Hoy esas cosas no importan (hay algunos vestuarios que hacen ponerse colorado), al mismo tiempo que algunos contenidos son realmente reprochables.
Sin embargo, la de hoy es más natural, más verdadera y con más presencia del anonimato.
Son dos conceptos distintos y todo depende del gusto del televidente. En la actual, la medición de sintonía es fundamental y por lo mismo, hace famosos y famosas a personajes sin ningún valor, que generalmente llaman la atención por actitudes reñidas con el buen gusto y rayanas en la chabacanería. Hay mucho más que comentar en esta comparación, pero antes se me ocurre una pregunta: ¿Cuál prefiere usted?
