Cuando se dice que en Chile hay una justicia para los pobres y otra para los
ricos, no es una frase al pasar, ni demagogia, ni tampoco un slogan. Es una realidad que no se puede discutir.
Un ex alcalde, después de varios intentos, ha logrado cambiar su prisión preventiva por arresto domiciliario total. Para conseguirlo, ha contado con la asesoría de destacados abogados que le han diseñado una estrategia, en la cual ha reconocido determinadas faltas, pero ha logrado su objetivo.
¿Qué persona de recursos limitados puede contratar a los más eficientes abogados, para lograr lo que consiguió el ex alcalde? Si a esto, agregamos las fianzas millonarias que muchas veces se exigen para obtener un beneficio, estamos nuevamente ante un hecho, en que algunos pueden y otros no.
Esto unido a los contactos, arreglos y compromisos que suceden en los tribunales, separan al pudiente del que no tiene recursos ni patrimonio al cual recurrir. Todo esto y mucho más hacen que estemos ante una justicia que tiene dos vertientes: una para los que pueden y otra para los que no.
No es lo mejor, pero es lo que hay. ¿No le parece?