De improviso los términos académicos escapan de las aulas. Por aire, agua, animales, llegan a posarse en el imaginario colectivo. Ya sea como anemófilas, hidrófilas o zoófilas polinizan mentes, inquietan almas, sobresaltan espíritus. Hacen pensar. La masa los masca; trata de tragarlos; algunos se indigestan; a otros les son indiferentes. Les quedan como ponchos campesinos, no obstante deben convivir con ellos.
Es lo que ha ocurrido últimamente con el término sabático. La permanencia en el extranjero de la líder mapuche Elisa Loncon, expresidenta de la Convención Constitucional, puso la palabra a valer, como dice los caribeños. Antes no era de dominio público. Hoy en ferias, buses, Metro, clubes, bares de barrio se tutean con la palabrita. La académica de la Universidad de Santiago no sólo la actualizó; además la incorporó al lenguaje ciudadano.
Ya que está de moda, satisfagamos la curiosidad. Según los diccionarios, el término latino sabbaticus, pasó desde la biblia al español. En la antigüedad, el labriego hebreo dedicaba el séptimo año de una cosecha al ocio. Haciendo descansar la tierra explotada durante seis temporadas consecutivas; una vez en reposo debía recuperarse para mejor producir. Con el tiempo, trasladada la costumbre a la carrera docente universitaria, se convirtió en el cacareado año sabático que hoy ocupa los titulares de telenoticiarios y prensa. ¿Estamos?
De seguro que la profesora Loncon, al salir hace un año fuera del país a perfeccionarse, investigar, hacer contactos beneficiosos para su plantel, jamás pensó que produciría tanta publicidad pues sólo hacía uso de un derecho académico. Ni en París, Amsterdam, Copenhague u otra capital pensó que su acción intelectual involucraría juicios y evaluaciones del Consejo para la Transparencia, Contraloría, Tribunales, centro de investigaciones Jurídicas. Tampoco habrá reflexionado en torno a que su situación daría pie a que otro colega entrara en problemas con la misma Usach.
Seguramente Alberto Mayol, sociólogo, comentarista político y literario de radio U. de Chile, escritor exitoso, académico en la universidad enclavada en el barrio Estación Central, jamás sospechó que en el transcurso de su año sabático en la Universidad Complutense de Madrid, se vería obligado a dedicar horas a redactar escritos -con la correspondiente asesoría legal chilena- para exponer la errada determinación de su plantel de rebajarle el viático asignado al partir en el 2022. Según La Tercera, el dinero asignado era de $1.564.614 mensual, incluidos $ 800.000 en pasajes. Sin embargo, la rectoría, pasados nueve meses y sin previo aviso, disminuyó éste a $250.000. Desde España, Mayol entabló juicio reclamando; posteriormente la Corte de Apelaciones de Santiago falló a su favor.
¿En todo el mundo ocurren tales realidades? ¿Existen criterios homogéneos universales?
Por lo visto, todo es confuso y arbitrario. Bartolomé Leal, escritor policial, ingeniero comercial, exfuncionario de Naciones Unidas en distintos puntos del globo, ilustra:
-(…) La ONU también tiene el mecanismo del sabático: a mí me lo negaron: que el tipo de contrato, que la antigüedad, que la nacionalidad, etc., etc.
Si a ese tan alto nivel manipulan obligaciones contractuales, ¿qué resta para las sociedades tercermundistas?