¿Se acuerda usted de ese juguete que nos regalaban cuando niños? Era un monito que se maniobraba de diferentes maneras, pero igual volvía a su lugar.
Así pareciera que es en la actualidad la lucha de la policía contra el comercio ambulante. Son desalojados de un lugar y aparecen en otro y así sucesivamente. Desgraciadamente, lo más peligroso lo constituye la venta de comida en el mismo lugar de la preparación, sin el más mínimo sistema de higiene, de dudoso origen y con una manipulación descuidada, en que la rigurosidad y la limpieza no existen. Pese a ello, el público la consume mayoritariamente porque su precio es más bajo.
En este escenario, donde la policía no es suficiente, pese a los innumerables operativos que realiza y donde la mayoría de los que la producen son extranjeros y seguramente indocumentados, nos preguntamos si no es posible intentar otra estrategia u otra acción que nos libere de este mal que tiene dañinas consecuencias para la salud.
¿Vamos a continuar con operativos que no poseen la continuidad necesaria? ¿No es posible idear otra forma de actuar, para reducir este problema que nos aqueja y que perjudica el organismo de los habitantes? ¿Debiéramos aceptar que lo que se ha hecho hasta ahora no es suficiente e intentar una actuación distinta de nuestras policías? ¿No será muy baja la penalidad para esta infracción?
En fin, necesitamos respuestas y una acción inmediata. Por lo menos, eso es lo que espera la ciudadanía. Y punto.