De eso lamentablemente no queda nada
El centro de Santiago era muy distinto a lo que es ahora. La verdad es que ya no queda nada del pasado.
Antes estaban las grandes tiendas que maravillaban con sus ofertas y estilos diferentes. Recuerdo a Peñalba, la Ville de Nice, Gath y Chávez, casa Muzard o Los Gobelinos. Y para vestir a la moda Juven’s o Scappini y tantas otras que la memoria no retiene.
Había restaurantes para almorzar o comer, como El Escorial, el Chez Henry, en el Portal, El Pollo Dorado, el Nuria, el comedor del Hotel City, el Waldorf, La Bahía, el bar Nacional y tantos más que nos alegraban la vida y nos invitaban a un almuerzo largo y conversado.
En el centro de Santiago estaban los cines, más de treinta, destacando el Rex, el Astor, el Windsor, el Santa Lucía, el Central, el Gran Palace y tantos otros que nos invitaban a contemplar un romance, una actividad policial o una comedia que nos llevaba a reír y a relajarnos.
También había presentaciones en vivo, ya sea en las onces de El Goyescas o en el teatro Ópera, con el Bim Bam Bum. En las noches se integraban las boites, con muchas mujeres hermosas, que invitaban al amor y al desenfreno. En esos lugares, la noche se hacía día y las relaciones sentimentales duraban muy poco, por no decir esa pura noche.
Había vida en ese centro capitalino, que hoy está dominado por la delincuencia,
la prostitución y los travestis que devoran a la gente decente, demostrando que el ayer es solo un recuerdo…y nada más.
