Pareciera que la delincuencia se toma las ciudades de nuestro querido país. Se aprovechan de lo que venga y saquean pequeños negocios, galerías comerciales, supermercados, farmacias, cuarteles de bomberos y lo que se pueda. Roban y destruyen todo lo que encuentran, sembrando pánico e impotencia.
¿En qué país estamos?, nos preguntamos con ingenuidad y sin querer recordamos tiempos pasados, observando perplejos un presente incontrolable y donde el desorden se impone.
¿Cuántas tomas existen en la actualidad? De pronto, parece que muchos habitantes no supieran lo que es la propiedad privada y se apropian de lugares, construyen sus viviendas y renuncian a devolver el sitio que no les pertenece.
Siguen los portonazos, los asaltos, los robos en la calle y a plena luz del día, el narcotráfico, los fuegos de artificio en los narcofunerales, los lugares públicos tomados por las mafias, la corrupción a todo nivel, los juicios que no terminan nunca, la puerta giratoria a toda velocidad, el hurto de celulares, de autos y todo lo que nunca hubiéramos imaginado Cómo dice el tango Cambalache…”los inmorales nos han igualado”.
Pareciera que a nadie le importa nada. Sólo interesa obtener dinero como sea y satisfacer su ambición.
No hay caso, no se ve fácil la solución al problema delincuencial. No hay duda que la migración descontrolada ha aumentado el problema, la droga, la falta de oportunidades para surgir. En fin, son muchos los temas que convierten a Chile en un país inseguro, caro y poco grato. Superar eso no es breve y mucho menos fácil.