Grandes atletas se lucieron en las pistas atléticas y son inolvidables.
Los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos ya son recuerdo. Un bello recuerdo. Un legado imborrable en la memoria. El mejor de la historia del deporte chileno.
Superior al Mundial de Fútbol de 1962 que congregó una docena de las mejores selecciones de ese tiempo. Esta vez fue un centenar de disciplinas atléticas haciendo vibrar miles de optimistas cultores de los tres continentes.
Reconocimiento para el colega Harold Mayne-Nichols que tomó el timón de un barco a punto de hundirse y a su equipo organizativo. Superada tanta alegría, una minucia alegórica. Converso con el inmenso actor Mario Lorca, 96 años, merecedor hace tiempo del Premio Nacional de Teatro, y fervoroso atleta en su juventud: como saltador nos representó en competencias internacionales, y me confidencia:
-Todo muy bello. Hubo tiempo hasta para homenajear antiguos periodistas deportivos y los comentaristas como Carcuro, al referirse a los atletas siempre la compararon con la generación dorada del fútbol; la de Sánchez, Vidal, Bravo, Medel. Me parece que debió explayarse hablando también de las generaciones doradas que tuvo el atletismo en el pasado.
– Podrías especificar…
-Por cierto. De inmediato viene a mi mente el Campeonato Sudamericano de Atletismo de 1946. Entonces sí que no teníamos nada e hicimos algo esplendoroso. Betty Krethmer, Annegrete Weller, Norma Díaz, Marion Huber, derrotaron a las favoritas brasileras y Alberto Labarthe superó en los cien metros al velocista brasilero Bento de Asis. Más apellidos: Huidobro, Yokota, Inostroza, Brodersen, Klempau.
-Y Mario Recordón, ante sesenta mil personas, estadio llenó, coronándose el menor decatleta del continente, te colaboro…
-Ves tú. Sobran apellidos gloriosos. El record sudamericano en salto alto de Ilse Barens duró décadas. Critico a Carcuro porque es el más viejo de los comentaristas. El resto, más jóvenes, por cultura o inquietud deberían investigar e internalizar estas hazañas…Igual sucede con otros disciplinas.
-Por ejemplo, ¿recuerdas generaciones doradas del boxeo?
(Evidentemente, el inolvidable protagonista de La viuda de Apablaza, El Abanderado y cultor de la poesía es un experto en deportes).
-Sobran nombres: En los treinta y cuarenta nuestros púgiles eran tan cotizados como los cubanos en Nueva York. ¿Acaso al Tany Loayza no le robaron el título mundial en el Madison Square Garden y Arturo Godoy no enfrentó en su cúspide a Joe Louis? Vicentini, Guerra, Parra, Fernandito dejaron con la boca abierta platea y galería del Luna Park.
¿Añoras otras?
-Evidentemente. La del basquetbol que jugaban Bernedo, Mahana, Figueroa, Ostoic, Fernánadez, Salvadores, Cordero, Mitrovic. Estuvieron en puestos de honor en el Mundial de Buenos Aires, las olimpiadas de Londres, Helsinski, Melbourne.
-Omitiste a Marlene Ahrens…
-¡Jamás! Es que ella va más allá. No sólo ha sido nuestra primera medalla olímpica, ganada a los 23 años en junio de 1956, en los Juegos Olímpicos de Australia en la prueba de lanzamiento de la jabalina; hasta ahora la única mujer chilena en obtener tal galardón, sino que, además, adelantándose a su tiempo, vanguardista absoluta, cuando a fines de los años 50 denunció una situación de acosos sexual por parte de un alto dirigente deportivo. Su denuncia, significó que, bastardamente, en 1964 la eliminaran de la lista de atletas concurrentes a los Juegos de Tokio, Japón. Por sus méritos, Google acaba de incluirla como ilustración en su buscador universal. ¡Aquellas sí que fueron generaciones doradas!