¿Y la gente? Sigue entregada a su propia suerte y encerrada en sus casas, por temor a ser asaltada.
Cada día aparecen más delitos, que ya ni siquiera producen asombro en la ciudadanía. Nos estamos acostumbrando a este estado crítico del país y vemos que no se toman medidas para evitarlo.
Un prestigiado abogado se ve involucrado en un caso de coimas con funcionarios de Impuestos Internos, una carabinera es atacada con una granada, operada por delincuentes venezolanos, ante una fiscalización.
Siguen los secuestros, continúan las desapariciones de niños. Se producen robos a plena luz del día, portonazos y el comercio ambulante se toma las calles, manejado por bandas organizadas. Los homicidios crecen y las balaceras se multiplican. Hay muchas otras situaciones delincuenciales que aumentan.
Pese a ello, la autoridad no actúa con la diligencia ni la velocidad que se espera. La clase política se pelea entre ella y se culpan unos a otros. ¿Y la gente? Sigue entregada a su propia suerte y encerrada en sus casas, por temor a ser asaltada. Se ve obligada a soportar las ideologías anquilosadas de políticos anticuados, que profesan ideas que no tienen ninguna validez para los tiempos actuales y que no se explican en el Chile de hoy, que sigue siendo demandante y competitivo.
Todo es raro en nuestro país, donde las cosas se postergan y nadie actúa con la rapidez que se necesita y las reuniones superan por mucho a la acción. Esperamos recuperar la paz, que tanto necesitamos y que desgraciadamente hemos perdido.