De pronto uno se detiene, sorprendido, al recordar que todos algún día, vamos a emprender el viaje sin regreso. Miguel Piñera representaba la vida bohemia, la noche, sus excesos y sus contrastes. Era alegre y desprejuiciado. Todo lo arreglaba con una risotada o una hermosa canción.
En la oscuridad de la noche, conoció el amor y se casó varias veces, logrando ser recordado por las que lo conocieron íntimamente como una buena persona y un tipo especial.
Parecía que todo para él era fácil. Un poco hippie para vivir, gozaba con un auto atractivo o una potente moto. La verdad es que nunca intimidamos mucho porque habitábamos mundos muy distintos, pero nos respetábamos mutuamente y siempre que alternamos nos divertimos verdaderamente.
Era gracioso e irreverente. No se sacaba nunca su sombrero o boina. Incluso cuando lo llevé a participar en mi programa “Chilenazo”, le pedí que se sacara el sombrero y como no quería, que se lo sacaran los productores y lo escondieran. Fue una sorpresa, cuando lo veo entrar al escenario con su infaltable sombrero. Quise bajar de la sala de dirección a reprenderlo, pero no me dejaron. Sin embargo, él me espero y me dio una explicación que no puedo señalar en estas líneas, pero que acepte.
Ya la noche santiaguina no va a ser igual. Faltará un personaje que con su risa contagiosa y su música especial le daban un tono y un sabor único. Se fue para siempre y la bohemia está de luto.
Miguel Piñera, descansa en paz.