Muchos estamos sorprendidos porque nos parece vivir en otro país. Muy distinto al que conocimos antaño.
La violencia, las tomas ilegales, la delincuencia, la invasión de extranjeros indocumentados, el comercio ambulante, la venta de comida en las calles, el tráfico de drogas, los ajuste de cuentas, los homicidios, la corrupción desatada, los delitos sexuales, los enfrentamientos con la policía que, muchas veces, se ve sobrepasada y tantas otras cosas, que hacen de Chile un país distinto al que conocimos tiempo atrás.
El centro de Santiago es peligroso y se ve disminuido con muchos locales comerciales cerrados y paredes con pinturas que lo desfiguran. En cualquier lugar te pueden asaltar y todos desconfían de todos.
Definitivamente nos sentimos viviendo en otro territorio, el que nos resulta ajeno y diferente al que fue parte de nuestra cultura y de nuestro quehacer.
¿Será todo esto pasajero o sencillamente definitivo? Solo el tiempo responderá estas interrogantes, que hoy nos preocupan y en muchos casos nos mortifican.
¿Dónde quedó el país amable, de gente alegre, sin odios ni resentimientos oscuros y que respetaba la ley y la autoridad? No lo sabemos. ¿Volveremos a vivirlo? De nosotros depende.
Ni más, ni menos.