Por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo
Chile está viviendo un extraño juego de máscaras. Nada es lo que parece y todo parece que no es lo que es.
El caso más paradigmático es, sin duda, el del embajador de Chile en España. Sigue creyendo que la causa de todo, lo bueno y lo malo, es del estallido social de octubre de 2019.
“Un estallido de esas dimensiones no es una cuestión baladí; para que llegáramos a eso se requirieron 30 años de políticas que profundizaron la desigualdad, 30 años de un país percibiendo eso de forma cotidiana. En lo que nos encontramos hoy es en el camino de salida a eso”, dijo Javier Velasco en un foro en Madrid. Para remachar su visión, agregó luego una nota de actualidad: “Existen sectores que se sienten profundamente golpeados por lo que ocurrió con el Rechazo de ese texto constitucional, inmensamente progresista, que estaba poniendo los ojos del mundo en nuestro país”.
A eso respondió Ricardo Lagos, quien por cierto tiene una mirada distinta. Puso énfasis el expresidente en que el logro principal de las tres décadas tan acremente cuestionadas fue precisamente el acortamiento de las desigualdades, disminución de la pobreza mediante.
Pero, como el representante de Chile en España estaba ya en marcha por la vía expresa con su aplastante diagnóstico, consideró adecuado -él o su pareja, con su acuerdo- publicar en redes sociales una fotografía íntima de ambos en el automóvil oficial en Madrid.
Aunque hasta el cierre de este comentario no había reacción al más alto nivel, ya que el Presidente es amigo de siempre del embajador, la Canciller Antonia Urrejola trató de poner algunos puntos sobre las íes: “Él tiene muy claro cuál es la situación y obviamente fue completamente desafortunado y lo que pasó no corresponde a la actitud de un embajador. Es un tema que el propio Presidente me pidió tomar cartas en el asunto”, explicó Urrejola.
En medio del oleaje de comentarios, se han citado análisis del más alto nivel. Pero ¿valdrá la pena? ¿Tiene sentido?
Como toda las declaraciones altisonantes (“La Guerra del 14 iba a terminar con todas las guerras”; “la historia me absolverá”; Chile es “un verdadero oasis” dentro de una “América Latina convulsionada”), la proclamada superioridad moral de la generación del ministro Giorgio Jackson y compañía termina perdiendo sentido.
Una buena frase solo tiene significado si va acompañada de hechos concretos. Desgraciadamente, en este caso, el embajador en España se ha convertido en el “niño símbolo” de una gran frustración.
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