Lo bueno, lo malo y lo feo.
Resulta curioso observar las cosas que permanecen por años en el Festival de
Viña. El público participa con todo, canta, baila y se transfigura al correr de una canción que le gusta.
Después les entrega gaviota de plata y de oro al 99 por ciento de quienes participan, lo que ya constituye un mérito trámite. Posteriormente grita con una energía envidiable: otra, otra y otra más.
Antes que se presente el primer número pide a los animadores que se den un beso, nadie ha explicado por qué y para qué. Este año se pidió en la tercera noche, antes nadie sabe la razón porqué no se solicitó esta muestra de afecto obligatoria. Por anticuada y repetida, dicen algunos y otros agregan que es mejor no profundizar sobre cosas sin importancia, como el beso.
A propósito de los animadores, a los que se les da una importancia que no es tal, sin duda que no fue la mejor pareja que hemos visto sobre ese escenario. Demasiado mecánicos, muy ceñidos a un libreto y cuando se les exigió usar su capacidad, para detener el fenómeno Bocelli, no supieron o no fueron capaces de hacerlo. Sin duda, ha habido parejas que lo han hecho mejor.
Muchos se preguntan, además, cuál es la razón por la que el nombre del solista o grupo que presentan, lo dicen a coro.¿Es una moda ? ¿De donde salió ? ¿A quién se la copiaron? Lo hacen todos los que animan un evento y muchos de ellos no saben cuál es la razón.
El programa satélite que produjeron los canales organizadores fue fome, como siempre. Lo mejor al respecto ha sido “Aquí Hotel O”Higgins “.
En el humor, que la mayoría de las veces marca el nivel de sintonía más alto de la noche, podría reducir la cantidad de garabatos que usan sus ejecutantes. Realmente es un exceso.
El gran acierto de este año fue la presencia y el espectáculo de Andrea Bocelli. Insuperable. La Quinta Vergara se vistió de gala. Fue de otro nivel y demostró que ese escenario puede intentar cosas mejores. Felicitaciones.
Así se nos fue una nueva versión del Festival de Viña, con errores y aciertos. Como la vida misma.
En resumen…
Lo bueno: por lejos la participación de Andrea Bocelli, de nivel mundial; y con un tratamiento televisivo de gran factura. Ojalá en las próximas versiones se repita algo similar.
Lo malo: descoordinación en la producción que afectó a los artistas participantes, enredo a los animadores y obligó a dar más explicaciones que nunca a los responsables. Hay tarea pendiente al respecto.
Lo feo: nula relevancia de la competencia de canciones. Nadie sabe qué pasó con ellos, no los entrevistaban, no marcaron presencia. El origen del Festival, se perdió…y al parecer para siempre.