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Por los que no regresaron al Canal 9 de la U. de Chile

por | Sep 10, 2023

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La televisora azul creada por Raúl Aicardi en noviembre de 1960 debe ser una de las más trascendentes en el desarrollo de las comunicaciones latinoamericanas. Libérrima singularidad consolidada en el ámbito político de comienzos de los ’70. Jornadas en que las acciones protestatarias desplegadas durante el trienio gubernamental de Salvador Allende, concitaron  atención continental.

Nunca otra estación de nuestra América morena había logrado tanta identidad con las ideas socialistas. El Nueve, etiquetado revolucionario  por el fascismo y amenazado de ser quemado, sólo dejó de transmitir proclamas de la Unidad Popular el sábado 8 de septiembre acatando mandato presidencial. Tronó la voz del compañero Presidente:

-¡Por segunda vez, ordeno que entreguen el Canal! ¡Los van a bombardear!

 A fines de 1993 vine desde Perú a presentar mi libro Nunca volvieron a Canal 9 en la Sala Ercilla de la Biblioteca Nacional. Entonces, ejercía como Agregado Cultural en el país hermano y desde la distancia quise hacer un aporte literario a la recordación del siniestro Golpe militar que destruyó la democracia y, de paso, obligó a quienes trabajábamos en la estación universitaria a escapar a otras latitudes, evitando  cárceles, torturas, muertes.

Los documentos hablan de una diáspora de un millón de chilenos perseguidos, obligados a dejar su tierra. Entre ellos, más de un centenar de realizadores, técnicos, periodistas, guionistas y artistas que, una vez tomada la estación para apoyar a Allende, permanecimos en Inés Matte Urrejola hasta que fue entregado a los uniformados. Amparados por el rector Edgardo Boenninger, la otra mitad  abiertamente derechista había creado el canal 6 y funcionaba en la casa del coro de la U en avenida Pedro de Valdivia.

Transcurridos quince años de dictadura, al empezar a convertirse en dictablanda, los emigrados empezamos a retornar. Constituidos en la Agrupación de ex Trabajadores del 9, nos reuníamos a soñar con retomar algún día las funciones televisivas, a los puestos  que el Golpe nos despojara. ¡Fue una linda quimera! No pasó más allá. Al llegar la democracia en el ‘90 fuimos invitados por el flamante director  de la estación de la U (creo que era DC) a Inés Matte 1225. Si la tarde sabatina del ‘73 habíamos salido entonando ¡Venceremos!, esta vez al ingresar repetimos ¡La Unidad Popular al Poder! Pero fue sólo canto. Un cándido saludo a la bandera. Nos engañaron: a la única persona que reincorporaron fue a Zayda Araya, presidenta de la asociación. Le dieron pega un semestre y enseguida la botaron.

Aún dolido por el humillante desaire  político que nos dio la Concertación; justificaron su atropello diciendo que continuábamos siendo peligrosos revolucionarios marxistas, dañinos al nuevo proceso;  rindo homenaje a varios de nuestros queridos colegas que murieron en tierras extrañas, añorando las idealistas y solidarias jornadas televisivas vividas en la estación azul.

Anoto únicamente algunos nombres: Adriana Borghero, voz notable que esparció sus cenizas en Venezuela; Julio Peña, asistente, en Cuba; Sergio Ortega, Ruperto Vergara,  en Francia; Oscar Ferreira, productor, en Ecuador; Rolando Wistuba, dibujante, en Suecia; Fernando Rivas, conductor, en Argelia; Charles Elsesser, director, en Inglaterra; Gustavo Becerra, músico, en Alemania; Juan Ángel Torti, en Brasil; Carmen Bunster, Marcelo Gaete, Sara Astica, en Costa Rica y, por cierto, el gran Héctor Duvauchelle asesinado en Caracas.

Por ellos alzo mi pluma deseando que jamás vuelva a repetirse la atroz tragedia nacional  marcada con el número Once.    

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