Puede parecer que en un momento los problemas no tengan solución y que el suicidio es la única forma de poner fin al dolor. Pero hay algunas medidas que se pueden tomar para mantenerse a salvo y volver a disfrutar de la vida.
El suicidio, ponerle fin a la propia vida, es una respuesta trágica a situaciones estresantes; más trágica aún porque el suicidio puede prevenirse. Si conoce a alguien que esté teniendo sentimientos suicidas, vale la pena identificar los signos de advertencia para buscar ayuda y tratamiento profesional de inmediato. Se puede salvar una vida.
Los signos que advierten sobre el suicidio o los pensamientos suicidas incluyen lo siguiente:
- Hablar acerca del suicidio, por ejemplo, con dichos como “me voy a suicidar”, “desearía estar muerto” o “desearía no haber nacido”.
- Obtener los medios para quitarse la vida, por ejemplo, al comprar un arma o almacenar pastillas.
- Aislarse de la sociedad y querer estar solo.
- Tener cambios de humor, como euforia un día y desazón profunda el siguiente.
- Preocuparse por la muerte, por morir o por la violencia.
- Sentirse atrapado o sin esperanzas a causa de alguna situación.
- Aumentar el consumo de drogas o bebidas alcohólicas.
- Cambiar la rutina normal, incluidos los patrones de alimentación y sueño.
- Hacer actividades arriesgadas o autodestructivas, como consumir drogas o manejar de manera negligente.
- Regalar las pertenencias o poner los asuntos personales en orden cuando no hay otra explicación lógica para hacerlo.
- Despedirse de las personas como si no se las fuera a ver de nuevo.
Los signos de advertencia no siempre son obvios y pueden cambiar de persona a persona. Algunos dejan en claro sus intenciones mientras que otros guardan en secreto sus pensamientos y sentimientos suicidas.
Los pensamientos suicidas y los intentos de suicidio dejan una huella emocional. Por ejemplo, los pensamientos suicidas pueden llegar al punto de que la persona no pueda desenvolverse en su vida cotidiana. Y si bien los intentos de suicidio son actos impulsivos durante momentos de crisis, pueden dejar como secuela lesiones permanentes y graves, como insuficiencia orgánica o daño cerebral.