Es difícil saber qué es lo mejor y lo que más conviene.
Qué problema ético más complicado, es el que enfrenta el tradicional Festival de Viña. Este año tiene que lidiar con el dolor, la vulnerabilidad y la impotencia de muchos compatriotas que lo han perdido todo, incluso la vida de seres queridos.
Los incendios forestales han arrasado con la existencia de muchos y sobretodo con la esperanza de una vida mejor para todos los habitantes, perjudicados con este desgraciado suceso.
Las fechas de reconstrucción del país dañado, coinciden con el Festival de la Canción de Viña del Mar. Evento donde reina la superficialidad, el desparpajo y donde se privilegia lo que no importa mayormente, pero que al mismo tiempo nutre de divisas a la Ciudad Jardín y alrededores.
¿Se hace o se suspende? Difícil decisión, no hay duda. ¿Vamos a celebrar con farándula, el dolor de otros? ¿O con la ayuda solidaria de los asistentes a la fiesta viñamarina, vamos a lograr acortar los plazos de reparación de los lugares dañados?
Es difícil saber qué es lo mejor y lo que más conviene. A lo mejor, que el Festival se revista de un tono distinto y sirva para algo más interesante, que una fiesta sin sentido y con poco aporte.
¿Será posible que se consiga? ¿Es posible que esta sea la posibilidad de intentarlo?
Solo el tiempo lo dirá.