Entramos a septiembre, llega la primavera, el buen tiempo, la piscina, la playa, la ropa liviana, el lucimiento personal, tanto de hombres como de mujeres y pese a que todo este panorama resulta cautivante y provocador…nos hace falta la alegría y la risa, para disfrutar de la vida, que es una sola y que comienza un día que no elegimos y finaliza otro que tampoco decidimos.
¿Por qué nos hemos convertido en seres algo amargados, un poco neuróticos y bastante negativos? ¿Qué nos llevó a cambiar en alguna medida, nuestra manera de ser? ¿Por qué las celebraciones, muchas veces, terminan en violencia y en “reventones” innecesarios? Las razones son muchas y las comandan la droga, con todas sus repercusiones, la delincuencia y el dinero que no alcanza, el mismo dinero que en otros provoca una ambición desmedida, ya que siempre quieren más.
¿Será el modernismo el que nos hace seguir despreciando a los más viejos y a los más débiles? El tiempo actual nos lleva a seguir aparentando lo que no somos. Compitiendo. Discutiendo. Comparando. Creemos que nuestra verdad es la única, indiscutible y sin transacciones. Nadie puede tener una idea mejor que la nuestra. Usamos la descalificación para apocar al adversario y más encima nos creemos “el hoyo del queque”, aunque no lo seamos.
Se nos olvidó la modestia, la humildad, el recato, la alegría y sencillez…y quizás por lo mismo, se nos olvidó reír en un mundo convulsionado por las tragedias.
La risa es “un remedio infalible”, dice alguien. Quizás no “infalible”, pero ayuda, sin duda.
“Ría cuando todos estén tristes, ría solamente por reír”.