Como se preveía, frondosa ha sido la producción literaria destinada a conmemorar el cincuentenario del golpe militar de 1973 que terminó por derrumbar los sueños de Salvador Allende y sus huestes socialistas, miristas, comunistas, mapucistas, radicales zurdos, agrupados en el colectivo Unidad Popular.
Escogiendo todos los géneros, los escritores se han expresado:
Patricio Aylwin se manifestó memorísticamente con La experiencia política de la Unidad Popular; Heraldo Muñóz, ex canciller, escogió el análisis para lanzar Democracia en peligro; el ex ministro Gonzalo Blumel privilegió su crítica en La vuelta larga; Roberto Rivera, ex presidente de la SECH, inquieta simbólicamente con La Mano; el ensayista Sergio Muñoz Rivera advierte desde la Democracia en peligro; el abogado Cástor Toledo biografió al líder sindical Cástor Vilarín Marín. Hasta el CEP (Coloquio de Escritores Policiales) incentivó a sus miembros a redactar Martes Negro, con relatos criminales relacionados con el día Once de Septiembre.
Más allá de estos interesantes ejemplos que, indudablemente, sancionando crímenes de lesa humanidad, cooperan a una comprensión más objetiva de aquellas dramáticas jornadas políticas, hay un autor que me llamó la atención. Nombre: Bartolomé Leal. Profesión: ingeniero comercial, académico.
Escritor, dueño de una veintena de títulos y galardonado varias veces en Chile y el extranjero. Su título La epopeya de los encapuchados (fábulas de un estallido social), no sólo sorprende porque se introduce con habilidad e inteligencia en el mundo actual de las estrategias ideológicas, sino por el género seleccionado para concretarlo: la fábula. Del diccionario extraigo definición: son textos literarios cortos que usan animales realizando acciones propias de los seres humanos y de las que se desprenden enseñanzas morales.
He aquí, entonces, que el amigo Leal, imitando al narrador griego de la antigüedad, Esopo, se disfraza de dragón, el invencible Davahkiin, y a través de cinco capítulos en cien páginas del libro, no deja mono parado para desenmascarar, aniquilar, succionar sangre de intelectuales, operadores del estallido social del 18 y 19 de octubre, ejecutantes los excesos represivos, integrantes del alzamiento feminista, rostros de las comunicaciones, autoridades de la post pandemia, árbitros de la violenta rebelión en la Araucanía. Astutamente, para plasmar sus fechorías literarias y estar de acuerdo con los tiempos tecnológicos, Bartolomé nos insiste que todo el caos de la sociedad o suciedad política actual transcurre en un video juego digital.
De su imaginativo metaverso, cito: ”Pertenezco a la estirpe del dragón y nací metafóricamente en un juego de computador…; los descerebrados de la tele, calificaron las manifestaciones de pacíficas…; el jueguito globalizado de disturbios concebía acciones colectivas coordinadas…; el videojuego contemplaba el anonimato (capuchas), hordas y no ejércitos, mochilas con pertrechos…; coraje para luchar hasta morir; proceder como en la guerra: con el corazón y la cabeza”
Con el mismo lenguaje lúdico en apariencia transcurre toda la epopeya de los encapuchados, propuesta por Leal. Ironía, sarcasmo, irreverencia, arrojo, tozudez, idealismo y desparpajo brotan de sus páginas. Pero también, cientos de verdades, denuncias necesarias, desenmascaramientos de personajes turbios, que, a lo mejor, sin recurrir a la fábula no habría sido posible estamparlas. Como en el tango Tarde de José Canet: Hay heridas que no cierran y sangran todavía…