¡Cómo cambió nuestro querido territorio en tan poco tiempo! Hay muchos que extrañamos el pasado reciente, donde no había la inseguridad de hoy, ni la agresividad creciente, ni la corrupción, ni la delincuencia, hasta hoy imparable. Tampoco la invasión de extranjeros irregulares, ni los problemas educativos y de salud que nos complican, de las pensiones que perjudican mortifican a los mayores, de la politiquería que nos detiene las soluciones por peleas pequeñas, que a nadie le importa, ni la burocracia y tantas otras cosas que nos hacen el día a día complicado y negativo.
De un momento a otro, se terminaron los sueños, las quimeras, las ilusiones, la solidaridad, las fantasías, el romanticismo y el mundo donde compartíamos nuestras alegrías y penas también, con amigos y amigas de verdad.
Por favor, esta es una columna independiente. No estamos culpando al gobierno ni a la oposición. Estamos hablando del ser humano, de la ambición, de los pequeños intereses, de saltarse lo establecido, de la indolencia, de imponer lo que a cada uno le agrada, sin respetar al del lado, de la envidia y de las pequeñeces individualistas, sin mirar a la sociedad en su conjunto.
De lo que vivimos, todos somos un poco culpables. Unos más y otros menos, pero todos somos responsables de este nuevo Chile.
Disfrútelo, si es que puede.