En 1969, la desaparecida revista “DESFILE“ titulaba así el problema de la salud en Chile. Ha pasado más de medio siglo y las cosas siguen igual o peor. Han gobernado nuestro territorio, todas las tendencias políticas y hasta hemos tenido una dictadura militar y nadie, absolutamente nadie, ha podido encontrar la fórmula para evitar que se muera la gente más vulnerable.
Ahora, estamos con las Isapres, a las cuales la Corte Suprema les ha ampliado el plazo, para devolver el dinero del que se apropiaron indebidamente. Cobraron un sobreprecio, que se les advirtió que no era lo que correspondía. Hoy la deuda asciende a US$1.400 millones de dólares. Es la cantidad que le deben las Administradoras de Salud a sus afiliados, lo que produciría la quiebra y el fin del sistema. El Gobierno propuso una ley corta, que las Isapres calificaron de “un engaño”.
Sea lo que sea y tenga razón quien la tenga, un país no puede demorar más de 50 años en diseñar un sistema de salud correcto, plural, al alcance de todos y con excelencia en el servicio.
Da vergüenza decirlo, pero ha sido demasiado largo el tránsito para dotar al país de la salud que merece y necesita. Ha sido un chiste de muy mal gusto.