Lo de los empleados públicos, resulta difícil de creer. Usando licencias médicas falsas, una parte de ellos viajaron al exterior haciendo turismo, otros lo hicieron por las diversas zonas del país. Los menos, las usaron para descansar en la capital y algunos para lo que nadie sabe.
Los doctores que las otorgaron, concretaron un negocio y comprobaron la fragilidad del sistema. Ninguno de ellos debiera seguir ejerciendo la profesión, por su falta absoluta a la ética y al juramento de Hipócrates.
La Contraloría General, en un cometido que hoy le aplaudimos, denunció este robo y en ese momento saltó la clase política fustigando el accionar de los involucrados. Un poco tarde, ¿no le parece?
Si todos sabíamos desde siempre, que los empleados públicos tenían un trato especial y que se aprovechaban de esa situación. Las horas extras, los días libres administrativos, los arreglines para las vacaciones, el timbraje que realizaban muchos para sus amigos, con la hora de entrada y tantas cosas que aprendieron algunos y que aplicaba la gran mayoría.
Ahora, los avezados políticos ponen cara de sorpresa y piden las más severas penas para los infractores y uno se pregunta: ¿Por qué no se preocuparon antes de corregir los sistemas, para evitar este descalabro económico y esta falta de ética personal?
Existen muchas otras situaciones tan graves como la que hoy enfrentamos y nadie se preocupa de legislar para superarlas. Están sobrepasados por las próximas elecciones, donde muchos quieren ser reelegidos para continuar entregando más de lo mismo. ¡No hay salud!