Continuadamente vemos y escuchamos que los parlamentarios se recriminan el pasado y sus notorias inconsecuencias. Todos, alguna vez, hemos dicho o hecho algo de lo cual posteriormente nos arrepentimos. Somos seres humanos y nos equivocamos, por lo tanto resulta hostil vivir recriminando al otro sus errores.
Esta termina siendo una práctica inútil, engorrosa y que no sirve para mucho. Este actuar se multiplica mucho en política y se aplica constantemente. ¿Quién en su vida no ha cambiado de opinión ante un hecho determinado? ¿Es un pecado hacerlo sobre todo en un mundo cambiante y sorpresivo como el de hoy? Nos enriquecemos cuando cometemos errores y también cuando acertamos. Todo nos hace crecer como seres humanos débiles e imperfectos.
Desgraciadamente la clase política no lo entiende así y, lo que es peor, no lo practica. Ni el gobierno, ni la oposición. Ni la derecha, ni el centro, ni la izquierda. Vivimos demostrando lo malo que es el otro, mientras la ciudadanía espera la solución a sus problemas, cada vez más inquietantes.
¿Por qué no buscamos acuerdos transversales ante hechos insoportables que siguen sucediendo día a día?
Trabajemos juntos “de ahora para adelante“, por un país más grande, más amable y más próspero. No es tan difícil y nos vamos a favorecer todos. Ojalá sea pueda.