Delincuencia: sobre la imposibilidad de darle solución

por | Sep 3, 2023

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Pareciera imposible encontrar una palabra dentro de la lengua española, que defina en su real dimensión los efectos de una agresión delictual, cualquiera sea su forma o intensidad. Son muchos los sentimientos que se agolpan en la mente del afectado, que exceden el poder limitarlo a un concepto.

Sorpresa, impotencia, inseguridad, miedo, y al mismo tiempo, rabia, desconfianza, vergüenza, injusticia, entre otros. La dignidad y autoestima se van al suelo y se da comienzo a un largo proceso en que la imagen de lo sucedido se transforma en algo recurrente para siempre. Lo anterior en tanto no haya daños físicos, en que el sentir se multiplica. Muchos son los que han sido víctimas de estos hechos, y muchos más los que hemos sufrido el efecto por lo ocurrido a algún familiar, amigo, vecino, sentimientos que sin duda compartimos.

Se han hecho comunes el “carterazo”, “atraco”, “portonazo”, el robo organizado, un asalto, u otras fórmulas más recientes, como el secuestro, o lisa y llanamente el asesinato, ejecutado por los sicarios, nuevos protagonistas en ente campo. Por una vía distinta, pero no menos dramática, se presenta la droga, cuyos efectos en miles y miles de jóvenes han generado un problema inconmensurable.

 Cual más, cual menos, todo esto nos afecta en lo más íntimo como seres humanos, en que queda en evidencia nuestra vulnerabilidad, en que las buenas costumbres y buena disposición hacia el prójimo que hemos mantenido siempre, entran en el terreno de la reflexión y surge la duda sobre su efectividad y lo que podríamos hacer ya en el plano individual.

Otro ingrediente muy negativo, es que el problema ha crecido en forma exponencial en los últimos años y la batalla se da en términos de gran desigualdad. Mientras la delincuencia hace uso de todos los medios tecnológicos al alcance, se organiza y establece estrategias de acción, la policía intenta hacer lo propio, pero dentro de un medio burocrático en que, por ejemplo, después de la muerte de tres de sus miembros, se autorizó el uso de armas de fuego para la defensa, luego de varios meses de discusión y con restricciones.

Pasa el tiempo y la inquietud se mantiene, los escritos aumentan, los expertos continúan divulgando sus ideas. El Presidente, parlamentarios, alcaldes y otras autoridades, siguen expresando su preocupación y se anuncian reestructuraciones en algún servicio, la construcción de una cárcel, aumento de dotaciones policiales y diversos planes estratégicos para combatir el crimen. Todo ello, junto a la formación de comisiones, debates, mesas redondas, conferencias y muchas otras.

A juicio de buen varón, como se decía hace un tiempo, el problema se mantiene, con mayor número de casos, más violentos y variados, las cárceles se encuentran abarrotadas con 50.000 reclusos distribuidos en 83 recintos, de los cuales el 50% excede su capacidad y los guardias ciertamente se hacen insuficientes. No resulta difícil imaginar las condiciones de vida en el interior de estos centros, sin necesidad de entrar en detalles explícitos, que resultan absolutamente inconcebibles a estas alturas del desarrollo de la humanidad.

Estudiosos sobre el tema de la delincuencia, han dado una gran cantidad de causas de este fenómeno, entre las que destacan, vida familiar, abandonos, falta de estudio, de oportunidades, la droga, pobreza, jóvenes reclutados, diferencias sociales, etcétera. Todas o cada una de ellas son ciertas, en especial en países con muchas dificultades económicas como es el nuestro, en que existen zonas en donde prima el delito y es muy difícil desarrollar labores orientadoras para la vida de sus habitantes.

En honor a la verdad, los distintos gobiernos desde hace años, así como otras entidades del Estado, tratan de cumplir como pueden con este cometido. Nos encontramos entonces, con recursos escasos y las prioridades, que son las que en definitiva condicionan la gestión.

Las leyes establecen las penas que corresponde aplicar por un delito. La principal, es sin duda la privación de libertad, condenando al infractor hasta la llamada cadena perpetua, lo que significa que este nunca podrá gozar de este derecho tan celebrado por todos. El punto es que ese debiera ser el castigo único, sin otros adicionales, como ocurre en la actualidad dadas las condiciones en que el encierro se desarrolla. Este incumplimiento es de larga data y su propósito era que los reclusos se reincorporaran a la sociedad como personas de bien.

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Las agresiones de todo tipo, ocurren en cualquier lugar sea urbano o rural, generando un gran despliegue de policías, tanto para procurar detener e los delincuentes como para trabajos de investigación que permitan descubrir su paradero más tarde.

En contiendas de todo tipo, la estrategia básica para salir airoso, es la de anticiparse a la acción del adversario, investigando sobre sus características, los recursos humanos y materiales que posee, modo de actuar, llegando incluso a la infiltración, de manera de conocer sus intenciones con antelación. Este trabajo de inteligencia apunta al corazón del enemigo en que la historia ha demostrado su eficacia desde la antigüedad. Sin ella los eventuales buenos resultados que se puedan conseguir serán muy magros y parciales. La Investigación a través de un servicio de Inteligencia dotado de los recursos humanos y materiales necesarios pareciera ser primera prioridad.

Un segundo aspecto que surge también como imprescindible para al menos atenuar el grave problema que enfrentamos, es la reparación y construcción de nuevos centros penitenciarios, con dos objetivos; el dar cabida digna a los recursos, permitiéndoles además el desarrollo de algunas actividades productivas, agrícolas, u otras de distinta índole. El segundo, muy relacionado con el de la investigación, es que con ello también estamos atacando lo que muchos llaman el origen del delito, al constituirse las cárceles en verdaderas escuelas de formación, de manera que al salir en libertad, el delincuente habrá incrementado sus conocimientos como para operar con mayor éxito en el futuro.

Un Centro de Inteligencia además de una reorganización total de los de reclusión, demanda muchos recursos que el Estado no ha podido reunir, no cuenta con ellos en la actualidad, ni tampoco los tendrá en el futuro. Es lamentable, pero es una realidad. Las órdenes de prioridades en los difíciles momentos que vivimos hacen impensable un cambio, incluso en el largo plazo. Se podrán hacer muchos esfuerzos, pero el panorama se mantendrá igual y el problema crecerá en gravedad.

Pareciera que uno de los temas que concitan el mayor interés ciudadano y sobre el cual hay mayor consenso sobre su gravedad y características, es precisamente el de la delincuencia. Sin embargo, también lo hay sobre la imposibilidad de darle solución, lo que permite augurar males mayores.

Tal vez, despertando sentimientos algo ocultos hoy en día, como la participación, responsabilidad, colaboración, solidaridad y otros, una formula sería que todos los chilenos financien un gran proyecto elaborado por expertos, que efectivamente resuelva el problema. Como pauta de referencia, un aporte mensual promedio de todos, equivalente a una marraqueta de pan, permitiría acumular en el mismo período, cinco millones y medio de dólares.

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