Habló de su paso por el gobierno en entrevista con revista española.
Desde que dejó La Moneda y terminara su relación sentimental con el presidente Gabriel Boric meses después, es poco y nada lo que se sabía públicamente de Irina Karamanos.
Fue en una larga entrevista que le hizo la revista española “Vein” (la foto de esta crónica es de la mencionada revista) la que ocupó para contar su experiencia, afirmando –entre otras cosas- que desde el primer momento se dio a la tarea de terminar con los privilegios y funciones de lo que se conoce como Primera Dama.
Renunció a este cargo, cuestionando su tradicionalismo y el peso del poder que conlleva. Karamanos confesó haber utilizado el poder que recibió para desarmarlo, revelando un nivel de desgaste emocional considerable. «Siempre me sentí muy atenta, tensa e incómoda con tener poder», dijo.
Karamanos cuestionó la imagen tradicional de pareja presidencial, manifestando que «se construye una imagen de pareja presidencial en el poder, muy tradicional. Es como la versión profesional de ser pareja».
Una de las revelaciones más sorprendentes es su percepción de las diferencias de espacios en La Moneda.
«La primera es la diferencia entre oficinas en el Palacio de La Moneda. Creo que la jerarquía simbólica de los espacios del Palacio es muy fuerte. Vivimos en un país muy desigual, socioeconómicamente hablando, y la apariencia ha sido un tema en la cultura chilena muy fuerte. Uno demuestra cosas con esa apariencia, demuestra poder, demuestra jerarquía. Y el Palacio replica eso de una manera muy tajante», expresó.
Y agregó: «mi oficina era de un lujo que me sorprendía todos los días, los otros equipos le decían Versalles. Tres pisos más abajo, exactamente debajo de mi oficina, está la lavandería del Palacio, que no tiene ventanas, donde trabajan mujeres hace décadas, de quienes se conoce poco, y ahí es donde terminan las camisas manchadas con café y vuelven a aparecer arriba en los salones cuando están nuevamente perfectas. Por arte de magia. Las habitaciones de las guardias de Palacio, por ejemplo, no solo no tienen sillones cómodos, sino que están rotos. Y así».