La delincuencia se ha intensificado y ha llegado a extremos.
Digamos las cosas como son y no acomodemos las situaciones para expresar lo que le pueda ser agradable a quienes nos escuchan. La delincuencia se ha intensificado y ha llegado a extremos, con la participación de extranjeros que han entrado a nuestro país ilegalmente.
Entendámonos, la migración no se ha detenido, continúan penetrando a nuestro territorio personas con prontuario y que entran por pasos no habilitados.
Antes no sucedían las balaceras que hoy nos torturan y nos preocupan, no le faltábamos el respeto a la autoridad de los policías de Investigaciones ni de Carabineros, tampoco a los guardias ni a los inspectores municipales.
Los vendedores callejeros en la actualidad se niegan a ser desalojados, oponiendo resistencia física y victimizándose ante la realidad. Hay más, como los secuestros, la desaparición de personas y muchas otras formas de delincuencia que antes de la migración descontrolada no existían.
Han entrado a nuestro territorio, otras idiosincrasias, otras culturas y una forma diferente de ver y enfrentar la vida. Ahora, nuestra delincuencia se ha perfeccionado con la ayuda internacional y con la terrible penetración de la droga y el narcotráfico.
¿Es este el país que soñamos? ¿Le parece el territorio ideal? ¿Se siente feliz de ver cómo se desarrollan los males de la modernidad?
¿No verdad? ¿Qué podemos hacer los ciudadanos para evitarlo?
Por ahora, nada concreto aunque mañana puede ser demasiado tarde.
Y mucho más de lo que somos capaces de resistir. Dios nos pille confesados.