En estos días de Juegos Olímpicos en el París eterno, más las apetecidas copas futboleras europeas y americanas, resistiendo lluvias, heladas, nieve, temporales, resulta difícil eludir el tema deportivo en las reuniones sociales.
Tal me ocurrió semanas pasadas al asistir al aniversario 162 de la Escuela Normal Superior Abelardo Núñez. Celebración oficial organizada por sus ex alumnos y ex alumnas que se efectúa anualmente cada mes de junio. Aun cuando el plantel educativo, pionero latinoamericano en su género e inspirado en sistemas germanos se fundó en 1842 bajo el gobierno de Manuel Bulnes y Manuel Montt, ministro de Instrucción Pública, únicamente en 1969, mandato de Eduardo Frei Montalva, abrió sus aulas a las idealistas jovencitas.
En relación con su nombre (en la foto de su época), es correcto informar que lo debe al abogado formado en la Universidad de Chile que en la segunda mitad del siglo XIX fue enviado a Europa y USA a recoger experiencias para optimizar la educación escolar en nuestro país. A su regreso, en 1882, José Abelardo publicó la obra La Organización de las Escuelas Normales. Personaje de gran cultura, ya trasladadas sus habilidades al campo diplomático, el escritor Jorge Inostroza en páginas de su libro Adiós al Séptimo de Línea, lo destaca como inteligente jefe del Servicio de espionaje en Perú durante los Guerra del Pacífico.
De este interesante tópico y de otros de carácter político hablamos aquel sábado en el almuerzo de antiguos maestros (preceptores en sus inicios). Grupo intelectual encabezado por Luis Riveros, ex rector de la U de Chile y Fernando Vicencio, creador y autoridad de la U de Los Leones. En la mesa también compartían Moisés Ríos y Víctor Sánchez, integrantes del primer equipo de básquetbol normalista que en 1955 campeonó las competencias universitarias. Con ellos fue fácil entrar al área de las competencias. El tema se concentró en los aportes normalistas al deporte criollo y, en medio de brindis y anécdotas, la charla se llenó de nombres. Rescato algunos.
Escasa divulgación tiene el hecho de que brillantes entrenadores de fútbol hayan estudiado en sus amplias salas clases: Pedro Morales fue nada menos que conductor de la selección nacional y campeón con Colo Colo. Otro tanto sucedió con Luis Álamos, brillante formador del legendario Ballet Azul que durante una década sembró de estrellas la camiseta de la U. de Chile. Curiosamente, ambos, en tiempos de estudiante, más destacaron como basquetbolistas que practicando fútbol. Hugo Tassara, otro ejemplo. Siendo además comentarista del Mundial del 1962 en el Canal 9 de la U, junto al también profesor Alfredo Olivares, partió a Costa Rica; país en que sus estrategias lo consagraron director de su selección Nacional y creador de su asociación de técnicos. En los campeonatos profesionales Bernardo Bello y Luis Hernán Álvarez, goleador histórico de Colo Colo, alcanzaron ribetes de leyenda.
Encestando en la cancha de básquetbol, la muestra es igualmente valiosa. Raúl Pocho López, Gastón Aravena, Antonio Torres, Francisco Sánchez, son prueba de ello. Los cuatro fueron traídos de regiones a estudiar a las aulas, laboratorios, biblioteca, sala de música, alberca, canchas, piscina, dormitorios, comedores, patios, que la J. A. Núñez mantenía en el popular barrio Estación Central. Mientras Pocho fue reclutado desde Copiapó, los demás se enrolaron desde Ancud, Puerto Montt, Curicó, respectivamente Por sus destrezas atléticas defendieron camisetas de selección chilena en certámenes mundiales y latinoamericanos,
Indudablemente, la amena charla del almuerzo-aniversario sirvió para recordar ex- alumnos destacados en otras áreas: Eduardo Ossandón; pintor; Osvaldo Lagos, actor; Rolando Alarcón, compositor; Arturo Millán, cantante; los comunicadores Sergio Campos y Máximo Clavería, Premios Nacionales de Periodismo. FIN