El sábado pasado nuevamente nos quitaron una hora de vida
El cambio de hora dos veces por año se arrastra desde fines de los años 60, cuando el Gobierno siguiendo la recomendación de expertos aplicó la medida para ahorrar el consumo de electricidad y aprovechar así la luz del día.
Durante mucho tiempo se ha discutido si la medida es efectiva o solamente a nadie se la ha ocurrido una idea mejor. Lo que está claro es que la modificación de una hora, pasando esta vez del horario de invierno al de verano, acarrea trastornos para gran parte de la población.
El académico de la Facultad de Medicina Pablo Salinas, explica que este cambio puede provocar que las personas tengan “un mal dormir en los primeros días y esto puede traducirse en irritabilidad, dificultad en conciliar el sueño o somnolencia excesiva durante el día”.
“También, eventualmente, podría provocar problemas de apetito, al desregularse el ciclo de sueño y vigilia que ya traía la persona”, indica y añade que las personas más propensas a sufrir estos problemas son adultos y niños “dado que son más sensibles a los cambios hormonales que se producen en los ciclos circadianos del cuerpo, los que a su vez están definidos por los ciclos de luz y oscuridad”.
Salinas explica que “lo que ayuda son las medidas de higiene del sueño que son generales a todos, vale decir, mantener 7 u 8 horas de sueño en un lugar confortable sin mucho exceso de luz, de frío ni de calor, no exponerse a pantallas con mucha luminosidad previo a dormir y un consumo normal de azúcares y estimulantes como la cafeína entre dos y tres horas antes de conciliar el sueño”.
En tanto el pediatra Guillermo Zepeda, del Hospital Clínico Universidad de Chile sede Quilín, añade que “siempre, independiente que haya cambio de horario, hay que estar atento a lo que se llama higiene del sueño, que en los niños tienen que ver con tener idealmente una rutina más menos establecida para el ir a acostarse y eso implica, necesariamente, evitar las pantallas (televisión, teléfono celular, computador) por lo menos dos horas antes de ir a dormir e idealmente tratar de que la hora de ir a acostarse sea siempre la misma”. Agrega que otra recomendación importante es “tratar de no alimentarse dos horas antes de ir a acostarse para no estimular el aparato digestivo, por llamarlo de alguna manera, y así que vayan bajando las revoluciones, la cantidad de estímulos que tengan los niños”.