Me comenta un ciudadano de a pie. “Hasta cuando seguimos votando y eligiendo autoridades, sí después no pasa nada. Nos prometen todo y una vez electos, se olvidan y no los vemos más”.
La reflexión nos hace pensar seriamente en las promesas que no se cumplen. ¿Cuántas veces se ha engañado al votante, prometiéndole cosas que es imposible corregir? Mejor ni contarlas.
El presidente Piñera se comprometió en una de sus campañas a terminar con la delincuencia y el narcotráfico (“delincuentes, tienen los días contados”). Hasta hoy el delito sigue cada vez más vigente y tiene atemorizada a la población.
El presidente Boric propuso, entre varias promesas, terminar con el CAE, con las ISAPRES, las AFP, solucionar el problema de la deuda histórica con los profesores etc, etc. Después se dio cuenta que “otra cosa es con guitarra”.
Por estas y otras situaciones es que la ciudadanía ha ido lentamente dejando de creer en la política y más aún, en quienes la ejercen. También se han desprestigiado las instituciones, situación que es más grave todavía. Hoy se ha hecho masiva la siguiente afirmación: “Yo no creo en nadie”, lo que es más peligroso, porque fomenta un individualismo peligroso y difícil de superar.
Y usted, que ha sido testigo de tantas promesas incumplidas, ¿a quién le cree?