Compañía inevitable en nuestras vidas, desde las primeras manifestaciones intelectuales, de lo que poco se escribe, no obstante su trascendencia para el aprender, saber y conocer de lo que ocurre en el entorno, y que en definitiva resulta determinante para alcanzar el nivel de desarrollo y formación que nos hemos propuesto.
Una grata excepción es la de la escritora y filóloga española Irene Vallejo, que no hace mucho editó un ensayo sobre el tema y describe en forma especializada y muy amena, lo que ha sido la historia del libro, desde Homero hasta la actualidad, desde la escritura en piedra, en madera, pasando por el papiro a orillas del Nilo, luego los pergaminos, para finalmente llegar al papel impreso, en sus variadas formas y calidades.
Lo anterior ha significado pasar desde la sacrificada lectura en rollos interminables y muy incómodos, que había que ir desplazando a uno y otro extremo, a las múltiples facilidades que hoy se nos presentan para hacer de la lectura un verdadero placer. Con la ayuda de la computación podemos hacerlo prácticamente sin esfuerzo, incluso con aquella de entregar la tarea a un locutor virtual que nos evita seguir la escritura, la molestia de pasar las páginas y poder mantener los ojos cerrados.
En general, si bien son muchas las razones para suponer que hoy se lee más que antes, pareciera que no es así. Sin ir muy lejos, hace 30 o 40 años, uno de los temas de tratamiento social, era precisamente el intercambio de opiniones sobre un libro de actualidad o el análisis de la obra de un autor dado, o de un clásico.
Los problemas económicos, sociales, políticos y otros que cada vez nos afectan en mayor medida, lo que se traduce en la inseguridad de nuestras acciones e inquietudes sobre el futuro, ha traído como consecuencia que nuestra atención se centre más en la contingencia diaria que en procurarnos un medio para el desarrollo de nuestro intelecto y espíritu. De ahí, entonces, que no haya tiempo ni buena disposición hacia la lectura. No obstante, resulta reconfortante ver, con relativa frecuencia, a una persona leyendo en lugares tal vez poco adecuados para ello, como al viajar en un bus, o en una cola para proveerse de algo. En estos casos, la pasión se impone.
Sin entrar a discriminar sobre el tipo de lectura, los géneros literarios y la variedad entre ellos, si nos detenemos en la novela, posiblemente la más popular de todas, en que el escritor finge una realidad con libertad absoluta para hacerlo, que nos permite adentrarnos en un mundo que no es el nuestro pero en el que se presentan situaciones que nos son comunes, lo que nos invita a la reflexión sobre la realidad y evaluarla con mayores antecedentes. Esta sola condición hace de la lectura una fantástica opción para entretenernos, olvidar los problemas, conocer de otras realidades que sin duda existen y mirar la propia con mayor objetividad.
Resulta indispensable realizar campañas destinadas a fomentar la lectura, especialmente entre los menores, de manera de crear en ellos la inquietud por el conocimiento, la sana entretención y reemplazar con ello a la insulsa televisión, la dramática dependencia de los celulares y juegos virtuales, cuyo aporte al desarrollo personal es…cero. Debemos realizar todos los esfuerzos para evitar convertirnos en zombis y con ello perder toda la gracia que la vida nos ofrece.