La belleza femenina no está sujeta a un veredicto de un jurado en una competencia local o internacional, sino que es el resultado de la apreciación que cada uno de nosotros posee respecto de la mujer que tenemos cerca.
Una de las principales formas de alcanzar el placer lo encontramos en la belleza que nos ofrece la vida de muy variadas formas, sea a través del arte, la naturaleza, obras humanas en el plano de la ciencia, como la ingeniería, la arquitectura y otras, cuyo efecto en nosotros es una mezcla de emoción, sorpresa, admiración, que nos sacude el alma y nos lleva a pensar que la vida no puede terminar en forma tan poco elegante, por lo que debiera dar paso a otro mundo en que la hermosura sea lo habitual y no una excepción como lo es hoy.
Sin perjuicio de lo anterior, encontramos la belleza también y muy especialmente en la mujer, que fue creada junto al hombre para que compartieran la vida, dando origen así a la sociedad toda. Su sola presencia genera los mismos sentimientos de asombro y deleite aludidos anteriormente, motivados por el encanto que cada mujer nos provoca.
La belleza la encontramos en la mujer como un todo, considerando cada uno de los aspectos que le dan vida; esto es, sus atributos estéticos, intelectuales, comportamiento, valóricos, femineidad, simpatía y tantos otros que de alguna manera inciden en su forma de ser y las hace más o menos atractivas.
Resulta evidente que la belleza femenina no está sujeta a un veredicto de un jurado en una competencia local o internacional, sino que es el resultado de la apreciación que cada uno de nosotros posee respecto de la mujer que tenemos cerca. Cada cual tendrá sus propias preferencias sobre sus virtudes, y en función de ellas emitirá su parecer. Este proceso culmina al producirse el encantamiento o el descubrimiento definitivo de la belleza por parte del varón, quien intentará por todos los medios conquistar a la mujer elegida. Obviamente que ellas desarrollarán el mismo proceso con el hombre, lo que hará posible o no la virtuosa unión.
Las preferencias previas que los varones declaran o piensan respecto de la mujer de sus sueños son muy variadas. Más altas o bajas; más delgadas que gordas, más calladas que extrovertidas, más serias, más intelectuales, más cariñosas, responsables; en fin, el listado es interminable.
A través del progresivo contacto de la pareja, los anhelos declarados como ideales van perdiendo fuerza y ya no importa tanto si es más o menos delgada, inteligente, divertida o lo que sea, por cuanto van aflorando otros atributos, tal vez no considerados, que generan como conjunto una atracción especial casi mágica, obnubilando la mente concentrada totalmente en ella, desvirtuando así el modelo original, con un cambio en la concepción de la belleza sobre la mujer que ese hombre en particular tenía sobre ella.
En definitiva, todas las mujeres son bellas, ya que dependerá de quienes las evalúen, por lo que la conclusión es absolutamente válida. Cada mujer será entonces la máxima expresión de belleza para muchos.
La unión entre un hombre y una mujer que sin duda es un objetivo de vida para ambos, a veces no se da en términos permanentes y se produce un quiebre de la relación, atribuible a muchas causas. Si bien lo anterior es indesmentible, debemos reparar que esto no tiene relación alguna con la belleza. Las separaciones son producto de las circunstancias en que se da la unión, en tanto la belleza es un encantamiento maravilloso generado por la presencia del hombre o la mujer en su caso, proceso invaluable y que se ha dado en todos los casos, sin excepciones.
Bajo un prisma tal vez muy particular, analizada la belleza como un conjunto de atributos de diferente índole o el encanto generado por un todo, existen algunos aspectos que contribuyen eficazmente a integrar esa condición. Desde luego está la sonrisa; máxima expresión de bienestar, alegría, satisfacción por el momento que se vive, lo que ciertamente genera confianza y transmite un atractivo especial. Otro importante, es el movimiento de las manos, ayudando a la expresión corporal, aspecto que tal vez en forma inconsciente también produce un impacto emocional.
En este orden de ideas, resulta llamativo que hombres y mujeres exageremos un tanto nuestros intentos para aparecer más atractivos al momento de iniciar una relación, disimulando algún defectillo físico o aparentando ser más de algo, lo que conspira contra la naturalidad, la que más temprano que tarde inevitablemente uno de ellos lo hará presente, provocando en el otro un momento muy incómodo.
La belleza, sin duda está siempre presente en nuestra relación con el sexo opuesto, el problema es que tal vez por lo trivial, no lo disfrutamos como ante un cuadro de Velázquez, o una interpretación al piano de nuestro Claudio Arrau.