Pocas personas los recuerdan. Se realizaban con ocasión del partido de fútbol entre Universidad de Chile y Universidad Católica. En agosto se hacía la versión diurna y en noviembre el espectáculo nocturno. Las universidades competían en fútbol y en barras. Estas últimas comenzaron con unas copuchas plenas de humor, pero desordenadas y sin valor artístico.
Con el correr de los años, estas presentaciones se fueron perfeccionando y llegaron a constituir un teatro de masas único, con un escenario de 360 grados y donde se tejían historias que nos permitían soñar e imaginar fantasías de alto nivel, en un estadio deportivo.
El recinto se llenaba de público y los espectáculos de ambas barras, concluían con un despliegue de fuegos artificiales que maravillaban a los asistentes.
“Recuerdos de Cocoliche”, con el impacto que provocó el juguete gigante, más alto que las mismas graderías del recinto deportivo. “La Ballena que quería adelgazar”, “69069…una Ilusión”, con el empleado público que sueña que se saca el Gordo de la Lotería, “Ayer fue mañana “ y tantos otros clásicos , que quedaron en nuestra mente y en nuestro corazón.
Los nombres de Rodolfo Soto, Germán Becker, Gustavo Aguirre, el flaco Gálvez, Alfredo Lamadrid (quien escribe esta nota) y Los Papparazi, (Ravani y Alarcón), quedaron en la historia de estos eventos.y en la nostalgia de un pasado irrecuperable.
Un día cualquiera se dejaron de realizar y nadie dijo nada. Hoy ni siquiera se les recuerda, como se debiera. Así son las cosas en nuestro querido país y nada ni nadie lo puede cambiar.
En muchos casos, se terminan cosas valiosas como los clásicos universitarios, con miles de intérpretes en una cancha de fútbol y se inician otras sin mayor valor ni trascendencia.
Somos así y no vamos a cambiar, desgraciadamente.