Fue el año pasado, para un aniversario más de la Escuela Normal José Abelardo Núñez, que con Sergio Campos, figura de la radio-telefonía, hicimos recuerdos de nuestro colega y amigo Máximo Hernán Clavería Millar y, hace unos días, él también me informó de la partida de quien fuera figura de las emisiones deportivas chilenas.
Eran muchas las vivencias compartidas que teníamos:
-¡Cómo no recordar que allá por el 72, Máximo me hizo debutar como locutor comercial y comentarista en televisión en las trasmisiones boxísticas que hacía el Canal 9 de la U las noches de sábado! ¡Pero si tú eras el director del programa!
Le acoto:
-Se vivía plena Unidad Popular y, por cierto, se buscaba acercar las cámaras a los sectores populares. En materia de púgiles, él era un experto. Condición y pasión que se daba en casi todas las generaciones formadas en el Liceo Barros Borgoño, cercano al teatro Caupolicán, mítico escenario de la época dorada del boxeo criollo.
-Bah…No tenía idea que había estudiado en la universidad del barrio matadero, me retruca. Yo lo conocí en sus tiempos en que la Normal tenía sus amplias dependencias en Alameda, más allá de Estación Central. Si como alumno era muy bueno, como arquero de la selección era mejor.
-Tan bueno que llegó a jugar en la reserva de la UC. Atlético, visión panorámica, volador, pero su baja estatura le impidió seguir ascendiendo.
Así fueron aflorando los recuerdos en torno al querido colega y magnífico profesional del micrófono y la pantalla televisiva. En su trayectoria obtuvo los mayores reconocimientos por su maestría en los relatos y certeza en sus comentarios. Como ocurría en aquellos años, se inició en emisoras chicas, Carrera, Bulnes. Admiraba a Gustavo Negro Aguirre. Pasó a Corporación. En 1965 cuando creé “Café El campeón” en la estación de la U, lo llamé para que fuera su animador junto a Víctor Cañón Alonso. Afiato inmediato entre el abogado goleador azul y el maestro que hiciera clases en escuela de la Población Dávila. Su estilo elegante, bien informado y objetivo dio categoría al espacio, acompañándonos hasta la llegada del gobierno socialista. Lógico, por sus méritos, pasó a ser figura diaria del noticiario central. Más tarde, conduciendo el concurso futbolístico Polla Gol y participación en grandes eventos internacionales como la disputa mundial de boxeo en 1978 entre Martín Vargas y Betulio González en Venezuela, sumó más popularidad y laureles.
Fue precisamente en esa trasmisión de Teleonce, comandado por Alfredo Lamadrid, la que permitió encontrarnos una vez más. En la ardiente tierra de Maracay, saboreando unos rones con refrescos y bastantes piedras (cubos de hielo), vinieron a la mente años de nuestra infancia vividos en el barrio Viel, a una cuadra de Famae, en que Maximito (así lo llamaba su señora madre, directora de la Escuela de la Población Huemul), mirando hacia el sur, me confesó que en todo su trabajo siempre primaban los valores educativos y que su aspiración comunicacional era obtener el Premio Nacional del Periodismo Deportivo. Inolvidable compañero, con creces cumpliste tu misión y tu nombre ya figura en el cenit de las comunicaciones.