Especifico que uso el nombre Festi-Viña con doble intención. Primordialmente, para rendir homenaje a Alberto Guerrero, inolvidable amigo y exdirector del diario La Tercera que acaba de partir a lontano y, enseguida, para comentar la reciente fiesta musical de la ciudad jardín. Al notable periodista le debo haber vuelto desde Venezuela en 1981 y con su anuencia crear el suplemento Festi-Viña. Publicación que ese año dedicó sus páginas a cubrir a los divos Rodríguez, Iglesias, Sesto, Bosé, KC; en el jurado a Ángela Carrasco, Maureen Mc Govern, Ray Coniff, alcanzando sorprendentes tirajes de 500.000 ejemplares diarios. ¡Cifra para la historia!
La segunda motivación es provocada por los contradictorios resultados artísticos y administrativos de la versión 2023, programada para celebrar las 62 temporadas del evento más rutilante de la música popular chilena. Cifras y hechos generalmente tienen la razón.
Así como existe consenso en cuanto a que Christina Aguilera, a varios kilómetros de distancia, fue la cantante más brillante del certamen y que Fabrizio Copano, osado, versátil, carismático, se robó la película entre los humoristas, haciendo beber agua en su mano al monstruo, las falencias de producción y las estadísticas finales obligan a la reflexión. Si previo a su inauguración, insistentemente se publicitó que las contrataciones apuntarían a la conquista del sector adolescente, sus guarismos generales indican que llegó el momento de renovarse.
En efecto, el objetivo de convocar nuevas generaciones se alcanzó. En especial en la TV abierta donde su audiencia aumentó hasta marcar un 63 %. Sin embargo, y es aquí donde hay que analizar, en los amplios cómputos de las primeras cinco noches, la justa marcó 25,5 puntos, cifra más baja que las primeras dos ediciones organizadas por TVN y Canal 13 en 2019 y 2020, con 30 y 32, 5 puntos respectivamente. El importante factor venta de entradas que sus productores tienden a minimizar, ¡Y vaya que es trascendente!, también revistió dificultades. En jornadas de lunes y miércoles no superó el 50% de adquisiciones. Las cámaras mostraron vacíos notorios en sectores de palco y platea y los noticiarios informaron de grandes regalos de tickets a los paseantes. Sí, en materia de rating, una vez más el humor fue el gran triunfador: Copano marcó 41 puntos; el más bajo del Festival lo marcó la argentina Emilia que apenas llegó a 9.9 puntos.
Programar a los magníficos Jaivas a las dos de la mañana no se puede considerar un homenaje. ¡Creo que fue una ofensa! Y tamaño descriterio es otro de los aspectos que me obliga a citar modelos de producción de otros eventos internacionales para que Viña mantenga su vigencia.
Los gringos son muy prácticos. En el 2000 cuando advirtieron que su multimillonaria NBA empezaba a decaer, rápidamente inventaron el Slam Dunk Contest (Concurso de Clavadas). Desmenuzando las maniobras que ejecutan sus jugadores en los partidos, las transformaron en la más atractiva competencia de destrezas individuales: ahora triples, tiros libres, acrobacias, clavadas, giros dobles y de espalda, suspensiones en el aire (como las que efectuaba Air Jordan) maravillan y repletan los estadios.
El Festival Folclórico de Cosquín en Córdoba es otro ejemplo. Creado en 1961, congregó lo más granado del guitarreo y canto gaucho: Atahualpa, la gran Mercedes, Chalchaleros, Tucu-Tucu, consagraron sus graderías, No obstante, dejó de enloquecer. ¡Los argentinos serán fantoches pero son efectivos! A comienzos del tercer milenio ya citaban muchedumbres a su Cosquín Rock. El verano cordobés de nuevo de fiesta. Fito Páez, García, Calamaro, Spinetta, Gieco y micrófonos abiertos al heavy metal, reggae, hard rock, fusión, pop, rap, trap y cuanto invento urbano musical se venga a la cabeza. Dura dos o tres días y, además, se enmarca en sesiones de cine, exposiciones plásticas, ferias literarias, artesanía, circo, gastronomía.
¿No habrá llegado la hora de dividir el Festival de Viña en dos eventos y llevarlo a plazas y carpas?