No se asusten con el título. Jamás pasaría por mi mente ofender al exponente literario más brillante de nuestra pantalla que en estos días decidió volar a otros cielos, comparándolo con el inmenso orangután cinematográfico creado en 1933 y con varias versiones posteriores. Imposible. En líneas finales explico su auto adjetivación. Sólo siento admiración por Antonio Skármeta.
Ningún escritor vestido con tanta fama mundial fue tan sencillo, original, diáfano, humano como él. Uno más en cualquier círculo, sonriendo con sus ojos, labios prestos para la ocurrencia, mano abierta al saludo. Inteligencia pura. Así lo conocí en sus años mozos. Tiempos álgidos e idealistas del allendismo y la Unidad Popular. Días en que la izquierda del Canal 9 decidió tomarse la estación mientras la otra mitad derechista se iba a la Casa del Coro de la U a sacar la señal número 6. Cierro los ojos y lo veo, feliz de la vida, junto a Ariel Dorffman, trotando en las mañanas por los pasillos de Inés Matte Urrejola. Había que estar en buen estado físico y mental para cualquier contingencia y Antonio animaba y hacía entrevistas literarias.
Sin más preámbulos, en beneficio del espacio, procederé a reproducir un artículo que le dediqué en mi libro El Kike, La Chechi, La Elvira, El Gonzalo y El Malo, en que analizaba la programación televisiva de los ’90. En el capítulo dedicado a la cultura, página 77, se lee: “SKÁRMETA Y SU SHOW: LO ÚNICO COPIABLE POR EXTRANJEROS: Si pensaban que me había olvidado de Antonio Skármeta estaban equivocados. Fue para crear un poco de suspenso que lo dejé para el final de esta abundante lista de nuevos personajes del decenio. En mi modesto concepto él debería encabezarla por haber logrado la categoría de estrella de la popularidad en un rubro siempre ajeno a la TV Comercial: el de la cultura. Además por haber impuesto al aparataje directivo de su canal TVN, que siempre se empecinó en ubicar su genial Show de los libros en horarios que lo perjudicaban. (…)
“El escritor es simplemente un portento de la entretención y la entrega amena de conocimientos, que se distancia de la temida imagen que poseemos de los agónicos de intelectualidad. Un inesperado puente electrónico entre ciertos rebuscados literatos y el pasajero que quiere leer un libro en el Metro.
“Así lo recepcionaron también en el extranjero, otorgándole variados premios. Unesco distinguió su espacio como actividad cultural del decenio, calificándolo como “un innovador intento de programa cultural dirigido al gran público”. Para el descendiente de yugoslavos también hubo flores: “conecta de manera sugestiva la riqueza de la creación literaria con la vida cotidiana”. Sin poses, siempre llano a las entrevistas, gastrónomo, tanguero e hípico de los que ganan; famoso por sus libros y en especial por Ardiente paciencia, galardonada en el cine como El cartero de Neruda, por línea lógica terminó siendo contratado para que se luciera internacionalmente en la TV Cable. Otra de sus distinciones se la otorgó la Organización de Naciones Unidas: el Time for Peace Awards, instituida para aquellos artistas cuyas obras proyectan los ideales de paz y armonía. En años anteriores lo recibieron Steven Spielberg y Stevie Wonder.
“Nuestro conductor literario registra, además, el mérito de ser autor y animador de uno de los pocos, a lo mejor el único, programa televisivo que han querido copiar en el extranjero. Lo rutinario es que los chilenos plagiemos y no nos avergonzamos. Los españoles quisieron producir su Show de los libros, pero toparon con el inmenso problema de que en la madre patria no existen animadores como él: de tanta credibilidad entre escritores y comunicadores. En entrevista mercurial de noviembre de 1996, con su simpatía natural confesó:
-¿Se podría hacer una película de King Kong sin el mono? (…)”
Aclarado lo de gigantesco simio, agrego que terminé mi nota escribiendo que faltaban más Skármeta en la TV chilena, llena de imbecilidades que se pasean por el prado audiovisual. Transcurrido un cuarto de siglo, a la hora de su lamentable partida, sostengo lo dicho entonces.