A quien se lo cuente, capaz que no crea: hacía sesenta y tres años que no pisaba las calles de Montevideo. Dirán: ¡Está fantaseando!, o, ¿Cómo sobrevivió tanto tiempo! Entonces tenía 25 abriles y regresaba desde Europa al cabo de ganar experiencias en Portugal, España, Francia. Diez kilos menos testimoniaban disfrutes y aventuras soportadas. ¡Sueños de loca y lógica juventud de un recién egresado de Periodismo en la U! El barco France después de saltar el charco Atlántico: Dakar- Bahía en nueve días de navegación, con escala en Río y Santos, clavó ancla en el puerto del legendario José Artigas.
Recuerdo que para aprovechar el día -enseguida zarpábamos a Buenos Aires- hice horas en un cine rotativo donde vi dos veces Hiroshima, mon amour. La película dirigida por Alain Resnais, guión de Margerite Duras, estelarizada por Emmanuelle Riva era le dernier cri de los cinéfilos. Son añoranzas de viejo reportero que cito para narrar que, una semana atrás, de nuevo retorné a Uruguay. El motivo fue más prosaico: escapar de la atmósfera violenta que azota Santiago y todo Chile, pero igualmente enriquecedor y sirvió para comprobar que la pequeña nación oriental de tres millones y medio de personas conserva intactas sus virtudes ciudadanas y culturales. Pareciera que el cadencioso vaivén de sus olas y el aroma del mate suavizaran los espíritus.
Pruebas al canto. Con mi esposa y actriz Patricia Larraguibel vamos a conocer y sacar entradas para el Teatro Solís. A metros de la plaza de la Independencia, construido en 1865, impresiona su arquitectura de una docena de grandes columnas. El país vive El mes de las mujeres. Montevideo se pinta de violeta y su Intendencia ha agendado cientos de actividades incluyendo conversatorios, homenajes, ciclos de cine y poesía, presentación de libros, exposiciones, ferias. Un mural que tiene por objetivo avanzar en la lucha por la igualdad. En ese marco, el teatro es fundamental y la programación del Solís así lo ratifica.
Títulos abundan: No más flores, Crisálida, Ana contra la muerte, La bailarina de Maguncia y otros copan la oferta. Informados por su excelente acogida crítica, optamos por Estudio para la mujer desnuda, versión libre de la novela de Armonía Somers, cuyo nombre real era Armonía Liropeya Etchepare Locino. Figura de las letras que en su tiempo escribió sobre asuntos incomprendidos, plasmados en su libro del año 1950, suscitando escándalo en los ambientes intelectuales de la época. La directora del montaje igualmente goza de prestigio, Leonor Courtoisie, tanto en el país como en el extranjero en sus roles de escritora, actriz, poeta. Es domingo cuando nos acercamos a la boletería del Solís. Al preguntar el precio, el asistente nos mira y pregunta la edad. Sonriendo, confesamos: ¡Ah!, entonces no pagan. Los grandes, los que tienen más de sesenta años, entran gratis los domingos. Estupefactos, insistimos: Pero, nosotros somos extranjeros. Respuesta:
-La Ley no hace diferencias entre criollos y afuerinos. Los días miércoles, son los jóvenes que entran gratis. Los ubicaré en la primera fila del mejor palco. Y que disfruten la obra.
Y por cierto que disfrutamos el audaz Estudio para una mujer que se corta la cabeza. Pieza transgresora, compleja, reflexiva, filosófica, osada, sugerente, inquietante. Estructurada en cuidada actuación y con un despliegue escénico que lleva a un sorprendente final colectivo de histriones y espectadores convertidos en adoradores del fuego eterno ardiendo en el frontis del Solís…Y todo el magnífico montaje, por ser viejos, GRATIS. Desde Santiago, nuestro reconocimiento y congratulaciones al país hermano por el ejemplo que da al difundir el teatro.