Fue curiosa la vida de Sandy, un hombre que nos alegraba la con su rutina cómica pese a que su existencia era penosa y amarga. Su creciente diabetes lo mortificó durante sus últimos años y le privó de sus extremidades, dejándolo en inferioridad de condiciones y reduciendo sus contratos.
Lo entrevisté en Buenos Aires y en más de una oportunidad se emocionó. Era un buen tipo, ingenuo y algo infantil. Sano, inocente y con el chiste a flor de labios.
Tuvimos una grata conversación que hoy me permito compartirla con ustedes, ofreciendo este testimonio a su memoria.
Alfredo Lamadrid B.