La modernidad se llevó los cines, los grandes almacenes y la vida nocturna
Hacía mucho tiempo que no caminaba por la calle San Diego. Unos días atrás me sorprendí recorriéndola y la encontré tan distinta, casi un remedo de lo que fue ayer. El comercio no es el mismo, ya que el progreso terminó con La Mendocina, La Casa Val, la Sastrería Guendelman. Michaely, La Casa del Pie Chiquitito o Cocilamp. Tampoco le perdonó la vida a los Almacenes El Rey que Rabio, curioso nombre para una tienda de telas.
Ni siquiera existen los cines que la identificaban. El Roma, el Mistral, el Prat o el Sur, por nombrar solo algunos.
Recuerdo que la noche empezaba en las parrilladas La Brasilera, iniciando una bohemia que se alargaba por hoteles galantes que invitaban al amor y al desenfreno. En cada rincón había un bar o una boite, desde El Club de la Medianoche hasta El Mundo.
Por ahí se escondía la alegre Plaza Almagro, con su famoso restaurante El Juanito, lugar en que debutaron los topless y donde el cantante Pepe Frías invitaba con un vals. Para la hora del té estaba El Molino, que fue testigo de un crimen pasional.
De todo esto no queda nada, ni siquiera el recuerdo. El esplendor de San Diego terminaba cerca de Avda. Matta donde está el Teatro Caupolicán. Ese estadio techado, llenaba de alegría, luces y fanfarria su entorno. Por ese escenario pasaron los mejores circos internacionales, festivales artísticos, luchas libres, patinajes en el hielo, artistas mundiales y las inolvidables noches de boxeo, entre muchas otras manifestaciones. Hoy es lo único que queda de ese barrio del ayer.
San Diego era un variado comercio en el día y que en la noche se poblaba de choros, cafiches y prostitutas que deslumbraban con sus vestimentas atrevidas y que se entregaban al amor placentero y a la conquista fácil, junto a un farol o simplemente a la luz de la luna. En la bohemia se escondía el pecado y con el amanecer renacía algo diferente, lleno de gente que vitrineaba y recorría sus locales comerciales. Eran las dos caras de una calle llena de sorpresas y de vida.
¿San Diego…esquina de qué? ¿De la nostalgia o del ayer? Parece que la melancolía la ahoga de evocaciones y de pasado. Hoy constituye solo un buen recuerdo…de esos que sin darnos cuenta se llevó el calendario.
Ya no queda nada …ni siquiera los deseos de caminar por ahí.